sábado, 31 de diciembre de 2011

Error convertido en acierto: Recuento de los hechos

¡Buenas tardes-noches, damas y caballeros! ¿Qué, preparados para recibir otro año? ¿O quizá donde viven ya es 2012? No tengo forma de saberlo, no con certeza, pero en fin...

Se supone que hoy, como a las ocho y cuarto de la mañana, debió salir la siguiente entrada de Tinta a la Carta. ¿Qué pasó? Nada, edité unos cuantos detalles de la entrada y olvidé hacer lo necesario para que siguiera programada. Así pues, hice lo pertinente en esas entradas programadas, postergué la aparición de la que debió salir hoy y me decidí a sacar esta.

A ver, ¿qué quieren que les diga? Este año ha estado lleno de altibajos.
  • Lo empecé sin empleo, lo acabo con un trabajo que a veces parece de esclavos (Bell rueda los ojos). 
  • Literalmente no estaba en mi casa en los primeros minutos de 2011 y en un rato más, me iré a una fiesta familiar que, con toda seguridad, acabará mañana casi al amanecer.
  • Empecé este año frustrada porque no podía avanzar en mis fics y ahora me alegra haber terminado Telaraña a principios de año, que Rilato tenga tan buenas fans y que LAV (siglas de Los Arcanos Visionarios, cuarta entrega de la Saga HHP) haya iniciado más o menos como quería.
  • Empecé el 2011 con bajas expectativas respecto a mi cumpleaños y resulta que ya tengo un poco más de fe para el del 2012 (o sea, Bell espera que no la pase más sola que la una).
  • Inicié el año con el presente blog recién "nacido", escribiendo entradas cortitas y simplonas; acabo el año con esta entrada, la número cincuenta (contando cinco programadas, a publicarse en 2012), en un blog donde he contado disparate y medio, donde he creado una especie de fic (las entradas se reconocen con la etiqueta OSECI) y donde me he explayado de lo lindo en temas para los que no siempre encuentro una buena caja de resonancia (vamos, que Bell tiene dificultades para hallar acá una persona con quién hablar hasta el cansancio de sus libros favoritos, de sus escritos, de sus pequeñas obsesiones y cosas así).
  • Casi al principio del año (en febrero, para ser exacta), no me imaginaba que podría lograr algo en los concursos de fics, pero quedé en sexto puesto en Potterfics, en su certamen de San Valentín (por cierto, Bell hace una reverencia a Baru-chan, su compañera en ese concurso, ya que era en coautoría); finalizo el año con dos primeros puestos en mi haber: el del Certamen de Narración de Horror 2011 (de Fictopia.Net) y el de Trazos en la nieve: huellas de tinta (de La Pluma y el Pergamino).
  • Al comenzar este año, ni se me pasaba por la cabeza conocer a alguna de las personas que solamente "veía" en Internet y en marzo se dio un encuentro con una autora de fics a la que he leído poco, pero me hace reír un montón (Bell hace otra reverencia, esta vez a Mako-sama). Eso me da la esperanza de ver en persona a más gente que hasta ahora, solamente conozco en la red.
Como ven, mi 2011 fue bastante agridulce (aunque parezca que Bell a veces se queja y a veces presume). Hubo momentos en los que estaba más feliz que una lombriz, y otros en los que me daban ganas de quedarme en mi casa, tirada en mi cama y sin hacer nada. Pero a todos nos pasa, ¿no? Y sería absurdo desperdiciar la vida cuando puedes... pues eso, tener una vida. Mentalmente (y a veces Bell pudo hacerlo directamente) agradecí en su momento a cada persona que me hizo especial este año, que han sido muchas; agradezco tener un trabajo que me permite serle útil a los demás; agradezco tener casa, comida y sustento, agradezco lo que pudo pasarme para mal y no pasó; agradezco que mi lado contador no se ande peleando a cada rato con mi lado escritor. Agradezco tantas cosas...

(Bell suspira, traga saliva y contiene una lagrimita).

Ya, qué cosas, me estoy poniendo sentimental, y esa no era la idea. Simplemente quería echarle un vistazo a mi 2011... Y antes que lo pregunten, uso el posesivo porque cada uno, en ese periodo de tiempo, tuvo sus propias vivencias, cosillas que hicieron un deleite o un desastre del citado año. Así lo veo y seguro así lo ven muchos más.

Por lo pronto, creo que es todo y seguro que se me pasa algo, pero da igual (Bell hace un gesto de apatía). Hasta el año que viene... quienes estén en mi huso horario y/o los que todavía, como yo, viven en 2011. En aquellos lados del mundo donde ya es 2012, espero lo hayan iniciado con el pie derecho. Que sus deseos se hagan realidad, que lo malo se les resbale y que los retos los enriquezcan.

Cuídense mucho. Nos leemos a la próxima.

martes, 27 de diciembre de 2011

La OSECI presenta... Incauto Cuento de Navidad (Bonus)


~En la entrada anterior…~

El cuarto acto de la adaptación de Bell del Cuento de Navidad fue todo un éxito: Nea se mostró como la avara arrepentida, el Espíritu de las Navidades Futuras fue tan mudo como el original, Doño Dann recibió su recompensa como empleado abnegado y todo el mundo acabó feliz y contento. Bell, al finalizar la obra, invitó a todos a una fiesta en honor de la joven dueña del látigo, a quien por cierto, como regalo de cumpleaños le entregó una nueva arma: un arco y flechas idénticos a los de cierto personaje de cierta distopía.

Así, la gente de Agua Imaginaria se dispuso a ir a la residencia de la OSECI, pensando que finalmente habría algo de paz, tras observar lo diestra y peligrosa que era la chica del látigo cuando se enfadaba (aunque fuera actuando). Quedaba la intriga de cómo y cuándo había conseguido Bell un novio guapo y qué eran esos arañazos en la cara de Doño Dann.

Pero todo eso era otra historia y averiguaremos parte de ella en esta ocasión.

~18 de diciembre, en el comedor de la residencia de la OSECI…~

La mesa del enorme comedor estaba servida de manera excelente. Bell anunció que sería un bufet, por lo que en un extremo había vajilla lista para usarse e innumerables platillos para degustar. El postre, en una charola plateada cubierta, quizá no era muy grande, pero causaba curiosidad que no pudiera verse.

—El pastel se sirve al final —advirtió la Fundadora y Líder Suprema.

Por lo tanto, tuvieron que conformarse con tres distintos tipos de pasta, carnes frías, cortes  asados de carne, cuatro tipos de sopa, cinco cremas, fuentes de frutas frescas, dos ensaladas e incluso una diminuta fuente de chocolate, todo eso acompañado por distintos sabores de ponche, café y té, además de chocolate para beber.

¿De dónde había salido semejante menú? En sí nadie sabía, pero para comprar todo eso, las SECI’s habían hecho verdaderos milagros en su economía y tuvieron mucho éxito en sus respectivos trabajos. Aunque quedaba la incógnita de la procedencia de las flores de Nochebuena que adornaban tanto la mesa como varios puntos de la residencia e incluso el jardín.

—¡Las trajo Fic! —exclamó Bell con alegría, cuando finalmente Makoto Black se atrevió a preguntarle por las flores —¿No es un encanto?

—Verla tan radiante me da miedo —comentó May a pocos pasos, refiriéndose a Bell.

—Etto… Pero Bell–sempai se ve feliz —observó Joke.

—¡Eso es lo que me preocupa! Con ese humor, se le ocurren varias cosas y casi ninguna sale bien. ¿Recuerdas lo que pasó en abril? ¿Y el día de Muertos?

Joke contuvo un escalofrío y asintió.

—¡Gente, atención, por favor! —Bell habló muy fuerte cuando calculó que todos habían comido y bebido adecuadamente —Vamos a probar el pastel. Quizá no sea tan bueno como el banquete, pero fue lo mejor que se me ocurrió.

—¿De qué habla? —le preguntó a Doño Dann una joven mujer de acento argentino, que lucía un vestido gris plata muy bonito.

—¡Cam, por Dios, aléjate de mí! ¿Quieres que Peti…?

—¡Dann, ahí estás! ¡Ven aquí ahora mismo! ¿Qué haces con ella?

El dueño del Palacio asintió y corrió hacia su esposa como si lo llamara un fantasma.

—Pasen a la mesa con un plato de los pequeños, pero antes, Nea soplará las velas y pedirá un deseo —Bell, que estaba de pie delante del pastel, se hizo a un lado y lo señaló con una mano —¡Anda, Nea, pide un deseo!

La aludida se quedó embobada contemplando el postre. Era redondo, cubierto de chocolate oscuro, pero lo grandioso era el dibujo hecho con un glaseado entre amarillo y dorado, que estaba tan bien hecho que a Nea le dolía pensar en cortarlo.

—¡Bell, eres lo máximo! ¡El sinsajo! ¡Es el sinsajo!

El pastel, haciendo juego con el regalo de Bell, estaba decorado con la ilustración de un ave que aparecía en la portada de Los Juegos del Hambre. De verdad era una pena que fuera comestible, a Nea le daban ganas de dejar el pastel enterito y llevárselo a casa.

—¿Lo compraste? —quiso saber la festejada, curiosa.

—No, lo hice yo. ¿Qué, te gusta?

Nea asintió con la cabeza. Se fijó en las dos velas encendidas, un uno y un seis de color amarillo, y cerró los ojos con fuerza durante unos veinte segundos antes de soplar las llamas.

Los aplausos no se hicieron esperar. Con mucho, el más alegre era B, quien finalmente podía tratar con su novia sin temor a que ella azotara el látigo cada dos segundos. A la próxima, procuraría poner a todo el mundo sobre aviso, para evitarse otro día semejante.

—¡Bell, explícate! —llamó entonces Peti, enfurruñada y encajando las uñas de la diestra en la muñeca izquierda de su marido —¿Qué hace ella aquí?

Señalaba a la joven vestida de gris, quien arqueó una ceja, medianamente sorprendida.

—¿Quién, Cam? Ayudó en el último minuto con el vestuario, porque Janni y Veerie no se daban abasto, me la presentó Dann, ¿por qué preguntas?

Lejos de contestar, Peti jaló a Dann al extremo más alejado de la mesa, y en el camino solo se oían cosas como “¡Yo no la invité! Posa, entiende, Bell necesitaba ayuda. ¡Peti, eso duele!”

—Etto… ¿Doño Dann estará bien? —inquirió Joke, tímida.

—¿A quién le preocupa? —respondieron a la vez May, Nea y Luu (quien interpretó a la hermana de Nea en el segundo acto).

—No sean malas —rogó Bell —Él solito se mete en líos, no es muy distinto de nosotras…

Ante las miradas fulminantes que le dedicaron, Bell arqueó una ceja, fingiendo que no le importaba que la contradijeran, pero sabiamente cambió el tema.

—¿Quién quiere pastel?

—¿Dónde está el pastel? —preguntó entonces Writer.

La gente contempló cómo la charola con el postre decorado con el símbolo de Los Juegos del Hambre había desaparecido. De pronto, sintieron un escalofrío, algo rozándolos, hasta que casi podía palparse el creciente enfado de la dueña del látigo, la daga y el arco.

—¿Quién se llevó mi pastel? —gritó Nea, con su paciencia totalmente esfumada.

El silencio era el mismo que el de un cementerio. Ni un suspiro alcanzó los oídos de los allí presentes. Todos estaban tensos, intentando descubrir por el rabillo del ojo a quien pudiera ser el responsable de que quizá salieran de aquel lugar con algunas heridas.

—¡Ya está! —sentenció el incauto novio de Bell, que colocaba cuidadosamente la charola del pastel en su sitio. Con el postre entero, sin daño alguno —Y traigo el cuchillo —añadió, tendiéndole el cubierto a Nea.

Los presentes, casi al mismo tiempo, retrocedieron un paso por mero instinto.

—¿Para qué te llevaste mi pastel?

—Ah… Es que… Bell dijo…

Entonces todos miraron a la Fundadora y Líder Suprema de la OSECI, que arqueó las cejas.

—¿Qué? ¿Alguno notó que Joke–chan no se abalanzó sobre el pastel… como está intentando hacer ahora?

En efecto, la Invitada Especial forcejeaba en los brazos de May y Luna, intentando alcanzar el pastel que Fic acababa de traer.

—El otro era un repuesto… con la cubierta de licor de café. Es decir, también es bueno, pero a Joke–chan no le gusta el café, así que tendremos pastel suficiente para todos, ¡y de dos sabores!

La gente lanzó vivas por el ingenio de Bell, lo que Nea aprovechó para conversar con ella en susurros interrumpidos, pues ambas se dedicaron a cortar y servir el pastel.

—¿Cómo le hiciste para que te saliera el sinsajo en los dos pasteles? No me dirás que tenías un patrón o algo así.

—No, no, usé un par de trucos, tú sabes…

Entregaron platos con pastel a Mery y a Carmen.

—¿Y cómo se te ocurrió invitar a Cam? Yo no supe que ella era el Espíritu de las Navidades Futuras hasta que la vi cambiándose.

—Se lo dije a Peti, Dann me la presentó cuando comenté que Veerie y Janni andaban muy ocupadas con el vestuario. Es decir, Janni tenía que aprenderse su parte y Veerie mencionó algo de unos exámenes para acreditar no sé qué…

Bell le entregó su porción a Joke, dedicándole un gesto para que se mantuviera quieta y no intentara quitarle su rebanada a nadie.

—¡Pues buena la has hecho! —Nea soltó un silbido por lo bajo —Yo no visito este pueblo más que unos días al mes y ya estoy más o menos enterada de los chismes más sonados: tú tuviste un muchachito por amante…

—¡Ah, eso era más juego que otra cosa! Nos hacíamos compañía y platicábamos.

Nea negó con la cabeza mientras le tendía su porción a Writer.

—¿Y qué hay de lo que organizaron tus chicas para recaudar fondos? Algo de un show con esos tipos que emplea Dann…

—¿Eso? Sí, me enojé bastante. Mery y Carmen estuvieron castigadas un buen tiempo, ¡pero recaudamos bastante dinero! Debo admitirlo, la idea fue buena. Por cierto, ¿sabías que Mery ahora es la Diosa Menor de las Artes Escénicas? Esto de dirigir la obra fue su iniciación, por decirlo de alguna forma, y estaba encantada.

Bell le entregó platos a Janni y a su marido, al que Nea fulminó con la mirada.

—Sí, vi a Mery feliz por su nuevo título. ¡Ah, y me enteré que vieron esa cosa de Mier…!

—¡Nea, por favor, hay niños aquí!

La chica del látigo negó con la cabeza, mordiéndose la lengua y dándole pastel a Luna.

—Janni y su marido vieron la película, no yo. Aunque la vi en Aguas, con Rubí, y nomás porque quiero mucho a mi amiga, que si no…

Bell meneó la cabeza y le sonrió a Sole, dándole pastel.

—¡Viste la película esa de los vampiros con brillantina!

—Y he leído los libros, sí. ¿Qué quieres que te diga? Me daban curiosidad. Además, ahora puedo destrozar a esos vampiros radioactivos con fundamento, ya sabes…

Nea arqueó una ceja, les dio platos con pastel a personas del pueblo de las que ni sabía su nombre y suspiró.

—Aunque te agradezco que me invitaras a lo de Día de Muertos —comentó, sonriendo con malicia —Fue estupendo asustar a todo el mundo. Lo del hotel fue raro…

Bell asintió, sirviéndole pastel a dos de los amigos guapos de Carmen con una sonrisa.

—Lo sé. He investigado un poco, parece que en la calle Madero, por donde pasó el desfile, hay un montón de historias de fantasmas. No quiero toparme con uno en mucho tiempo…

Nea le entregó entonces su porción a Luu, haciéndole un guiño, antes de servirle a quien interpretó a la Nea niña en el Cuento de Navidad (si no mal recordaba, Bell la había llamado Catta y era algo así como pariente de Luu).

—¿Y no crees que va siendo hora de dejar todo esto? Dirigir a tanta loca, trabajar como condenada, estar al pendiente de detalles y más detalles…

La pregunta de Nea dejó a Bell un tanto sorprendida. Le tendió su plato a Pad, dejando a un lado el cuchillo y la pala que usaba, poniendo una cara reflexiva.

—Eso sí, me encantan los líos en los que metes a Dann —Nea soltó una carcajada al entregarles sus trozos de pastel a Baru y a Mako —¡Mira que juntarle a la esposa, a la amante y a la ex–amante en un mismo lugar…!

—¡¿Que hice qué?!

Nea se rió todavía más fuerte, en tanto Bell se ponía roja y miraba a un rincón de la habitación, donde Dann era fuertemente abrazado por Peti, quien le dedicaba miradas asesinas a Cam y a Luu. Estas dos, por cierto, no paraban de cuchichear, señalando al dueño del Palacio y riéndose por lo bajo.

Al parecer, había cosas sobre sus amigos, conocidos y vecinos que Bell todavía no sabía.

Pero para eso había mucho tiempo por delante.

&&&

Eh… ¡Felices fiestas! Como es posible que no pueda pasarme por aquí hasta después de Año Nuevo, espero que su Navidad haya estado bien, que sus propósitos para el 2012 se cumplan y que todo el mundo esté feliz y contento.

Así termina la celebración (atrasadísima) del cumpleaños de Nea, que se juntó con mi muy particular festejo de Navidad. ¿Qué les pareció? Digan la verdad. No sé en qué pensaba cuando me puse a escribir esta serie de entradas, si me iba a concentrar en relatos para otras páginas:

  • Uno solicitado por Fictopia especialmente para sus actividades navideñas, donde gané su concurso de Halloween (de hecho, me pidieron el relato porque gané el concurso de Halloween). 
  • Otro para un concurso que me llamó la atención, organizado por La Pluma y el Pergamino, ¡que por cierto, he ganado! Me enteré ayer en la noche, después de un inventario, y he estado más feliz que una lombriz.

 Como entenderán, entre lo que publiqué en el blog, los dos relatos mencionados y el trabajo que tengo haciendo valer mi título universitario (eh, Bell es contadora, por si alguien lo había olvidado), no sentí que fuera Navidad, no como otros años. Si alguien lo recuerda, el año pasado para estas fechas no tenía trabajo y eran como vacaciones para mí, tenía tiempo libre, aparte de quehaceres domésticos, hacía casi todo lo que quería… Sí, la vida da muchas vueltas.

En fin, me ando poniendo nostálgica, y eso que quiero pasarme por acá antes que acabe el año. Si es así, les daré lata otro poco. Si no, repito que les deseo mucha felicidad a todos y que el 2012 sea un año estupendo desde el inicio.

Cuídense mucho y nos leemos más pronto de lo que creen.

sábado, 24 de diciembre de 2011

Tinta a la Carta V: Cena en tres tiempos

~Entrada~
El parque prohibido
(Andrés Ibáñez)
Y de pronto, Fridolín tuvo una idea maravillosa.
—Ya sé qué es lo que hay dentro del parque —se dijo Fridolín. Y de pronto se dio cuenta de que se había quedado solo en la biblioteca, leyendo el cuento del árbol del Paraíso.
—Fridolín —le dijo María Jesús asomándose a la puerta —¿Has terminado ya? Estamos en la habitación de a lado, tomando la merienda.
—Me había olvidado de todo —dijo Fridolín —No sabía ni dónde estaba ni quién era.
—Eso es lo que pasa cuando a uno le gusta lo que lee —le dijo su profesora —Leer es como viajar a otros lugares y como vivir otras vidas.

~Plato Fuerte~
Momo
(Michael Ende)
—[…] Nos limitaremos a apartar a todas esas personas de modo que ya no pueda encontrarlas. Entonces la niña Momo se verá completamente sola. ¿De qué le servirá entonces el tiempo? Será una carga, incluso una maldición. A la corta o a la larga ya no lo soportará. Y entonces, señores, en ese momento nos presentaremos nosotros e impondremos nuestras condiciones. Apuesto mil años contra una décima de segundo a que nos enseñará el camino en cuestión sólo para volver a ver a sus amigos.
Los hombres grises, que un ratito antes tenían un aspecto tan decaído, levantaron las cabezas. En sus labios había una delgada sonrisa de triunfo. Aplaudieron y el ruido se repetía en los interminables pasillos de tal manera que parecía un alud de piedras.

~Postre~
El tren navideño de las sorpresas
(David Baldacci)
—¿Qué han encontrado hasta ahora? —preguntó Max.
Tom se arrellanó en su asiento con el vaso entre las manos.
—Pues bien, hay una mujer estrafalaria en el tren llamada Agnes Joe, que pesa más que yo y, sin embargo, fue trapecista en el Ringling Brothers —dijo, y luego señaló a Steve y a Julie —Esa pareja se va a casar en el Southwest Chief. Ah, y Elvis Presley ha resucitado en el cuerpo de un negro llamado Tyrone, que sirve un brebaje al que llama “Caldera Ardiente” en el coche salón. También hay un cura a bordo que con toda seguridad va a tener que darme la extremaunción si no llegamos a tiempo a Los Ángeles, porque si eso ocurre mi novia me va a matar.
Con mis agradecimientos a Nea Poulain por la idea para el ciclo de entradas "Tinta a la Carta".

jueves, 22 de diciembre de 2011

La OSECI presenta... Incauto Cuento de Navidad (IV)

~En la entrada anterior…~

El tercer acto fue muy aplaudido, ya que en él tuvieron su momento de gloria Mery, Doño Dann, su esposa, sus hijos Irina y Rómulo (de los cuales, por cierto, pocos sabían su existencia), Janni, el marido de ella y varias personalidades más. Sin embargo, al terminar el acto, resonó un grito de Bell que la audiencia apenas atendió, pero se preguntaron qué habría sucedido.

¿Qué nueva calamidad amenazará con hacer que el día termine mal? Como si no hubiera sido suficiente que Nea se sintiera ignorada en su propio cumpleaños y amenazara al que se le cruzara con su látigo y su daga negra…

Vamos a averiguarlo.

~18 de diciembre, en el Teatro Imaginario…~

Esto fue lo que ocurrió inmediatamente después que terminara el tercer acto.

—¿Cómo que no llegó? —clamó Bell repentinamente, atendiendo una llamada por su celular —A ver, despacio, porque ahora mismo no soy serenidad ni paciencia…

Las SECI’s, reconociendo lo que quería decir su Líder con lo último, les hizo señas a todos para que se refugiaran lo más lejos posible. Y finalmente, acompañada del estallido de un par de bombillas encendidas, Bell gritó.

—¡¿Se lo entregaron a otra persona por error?! —hubo un par de segundos de silencio antes que Bell respirara profundo y siguiera hablando (eso sí, todavía gritaba) —¡Pues no me importa cómo le hagan! Pagué por él, pedí específicamente que llegara hoy y ahora me lo entregan. Aunque tengan que poner en ello a todo su inepto servicio de mensajería, ¿he sido suficientemente clara? —otro silencio, durante el cual la joven rodó los ojos con hartazgo —Bien, en cuanto lo tengan, llévenlo a la dirección que les indiqué. Y no se les ocurra llamarme para otra cosa que no sea confirmar que lo recuperaron. Hasta luego.

Bruscamente, Bell presionó el botón que cortaba la llamada y cerró el aparato, color rosa y de forma cuadrada. Se tomó unos minutos para tranquilizarse y después, logró esbozar una sonrisa nerviosa, casi histérica, pues el día no invitaba a otra cosa.

—¡Muy bien hecho hasta ahora! Estén atentos al inicio del cuarto acto. ¡Que nada salga mal, por favor! —lo último fue dicho casi en un susurro, como si suplicara a todos los ángeles y santos habidos y por haber.

—¿Qué habrá sucedido? —se preguntó May en voz baja.

—Etto… No sé, pero Bell–sempai se veía estresada —comentó Joke.

—¿Más? —dejó escapar Makoto Black, que con taza de ponche en mano, arqueaba las cejas —Pobre Bell, la compadezco por dirigir a este grupo de chifladas…

Las SECI’s presentes le dedicaron miradas furibundas.

—Voy a ver si me dice qué le pasa —indicó Veerie.

—Ni te molestes —la detuvo Baru —Ya fue su novio.

—¡¿Su qué?! —exclamaron May, Carmen y Luna a coro, estupefactas.

Baru no les contestó por ver al joven de cabello oscuro y ojos verdes pasar a toda velocidad rumbo a la salida más cercana del teatro.

—Espero que fuera por un sedante —rogó la esposa de Seba antes de ir a su camerino.

—¡No entiendo qué narices pasa! —espetó Writer, causando un sobresalto en el resto de sus compañeras pues era rarísimo cuando levantaba la voz —¿Desde cuándo Bell tiene novio?

—¡Y nos preguntas a nosotras! —soltó Luna —Estamos en las mismas que tú.

—¡Dos minutos para el cuarto acto! —anunció Mery, ya sin su traje de Espíritu de las Navidades Presentes —¿Qué les pasa? —inquirió, extrañada.

—¿Sabías que Bell tiene novio? —preguntó Carmen a su vez.

—No bromees, ¿a qué hora se lo consiguió? —Mery se echó a reír.

—¡Mery O’Flahertie, te escuché! No me provoques o desaparecen de la biblioteca todos los libros de Wilde, ¿entendiste?

—Y yo creí estar estresada… —musitó la Diosa Menor de la Danza —¡Sí, señora! —hizo un saludo militar y salió corriendo de allí.

Casi sin darse cuenta, ya estaban todos listos para el cuarto acto. Pad, desde su puesto, vio que Nea se acomodaba en su cama con el ceño más relajado que antes, y deseó que alguien, finalmente, la hubiera felicitado por su cumpleaños (ella no se había atrevido porque la intimidaban la daga negra y el látigo). Cuando le dieron la señal y fue iluminada, la Ahijada de la Alcaldesa sonrió con amabilidad al público.

—Nea había reflexionado mucho en el par de horas que le quedaban antes de la última visita de la noche —narró Pad, luego de un breve aplauso que le dedicaron por el inicio del cuarto acto —Y presentía que, como bien insinuó el Espíritu de las Navidades Presentes, debía aprender algo si no quería pasarla mal.

Se abrió el telón y se vio a Nea en su cama, con semblante pensativo, y luego se movió como si sintiera a alguien en la habitación.


—¿Quién está allí? —preguntó.

En la misma esquina donde antes apareciera Mery como Espíritu de las Navidades Presentes, se vislumbró una sombra que poco a poco salió a la luz del escenario, dejando ver una alta figura vestida con una larga túnica de un color gris oscuro que emitía un tenue brillo plateado. Una capucha le ocultaba el rostro, y en una mano de finos dedos sostenía una lámpara antigua, de esas que guardaban una vela en su interior e iluminaban su entorno.

—¿Eres… el tercer espíritu que debía visitarme? —preguntó Nea, dudosa.

La figura asintió con la cabeza.

—¿No vas a hablar o qué? —espetó Nea, poniéndose más nerviosa.

Esta vez la figura negó, levantando un poco más su lámpara y tendiendo la mano libre.

—¿Tengo que tomarte la mano?

Ante el nuevo asentimiento del espíritu, Nea obedeció. Esta vez, el humo que surgió por todas partes era de un tono violeta muy claro, pero aún así denso. Al disiparse, Nea se halló en una calle que conocía bien.

—¡Eh, por aquí voy a Potter & Poulain! —exclamó la dueña del látigo.

En ese momento, unas cuantas personas se dejaron ver en lo que parecía la esquina de la calle. Eran unos cuantos empleados de Doño Dann que habían aceptado hacer aquella pequeña intervención a cambio de algo prometido por su jefe (y mejor no preguntar de qué se trataba.

—¿Entonces es oficial? —dijo uno de los hombres, de traje azul marino.

—Sí, eso parece. Dicen que fue anoche —otro hombre, luciendo un traje color verde oscuro, meneó la cabeza de arriba abajo.

—¿Y quién dio la noticia? —se interesó un tercer sujeto, de traje marrón.

—Parece que desde la semana pasada estaba en cama, el médico entraba y salía de su departamento —respondió el de traje verde —Yo vivo cerca, por eso me enteré.

—¿Y qué pasará con su fortuna? ¿Quién la heredará? —inquirió el de traje azul marino.

–Nosotros no, eso es seguro —soltó el de traje marrón.

Los otros dos rieron, para luego intercambiar frases de despedida y marcharse cada quién por su lado. Nea arqueaba las cejas, aparentemente sin comprender, cuando de nuevo el espíritu tendió su mano para que la tomara.

—¡Pero si no hemos visto nada! —se quejó la dueña del látigo.

El espíritu hizo un movimiento de mano, pidiendo así que obedeciera.

—De acuerdo, de acuerdo…

Al tomarle la mano, el humo violáceo reapareció, para dar paso a la habitación de la casa de los Writerhouse vista en el acto anterior. Peti apareció en la mecedora, tejiendo lentamente, pero su caracterización la mostraba más triste y acabada que antes. Junto a ella, en el suelo, May y Joke jugaban en silencio con Rómulo, en tanto Writer leía con desgano.

—Hola, familia —saludó Luna, entrando a escena luciendo ropa gris y negra. Sonrió levemente y se acercó a Peti —Hola, mamá, ¿qué tal va todo?

—Bien, gracias por preguntar.

—¿No ha llegado papá? —quiso saber Luna.

—Todavía no —corearon May y Joke.

—Creo que venía más rápido cuando Irina lo acompañaba —comentó Writer con tristeza.

—Yo quería ir con él y no me llevó —se quejó Rómulo, haciendo un mohín.

—Hijo, comprende, a tu padre no le gusta ir allí acompañado, se incomoda.

—Ya llegué —saludó Dann, mirando con ademán abstraído a todos.

Rómulo corrió hacia Dann, quien lo alzó en brazos con lentitud, forzando una sonrisa en sus labios. Acto seguido, les hizo un gesto al resto de sus hijos para que se le acercaran. Ellos hicieron caso, dándole un gran abrazo.

—¿Todo bien? —preguntó Peti.

—Sí, es bonito allí, pese a todo. Nunca le podré agradecer lo suficiente a Fic…

—¿A Fic? ¿Te refieres a Fictus?

—Sí. Él y B han sido muy amables conmigo. Te mandan saludos, ‘posa mía, y quizá se pasen por aquí un día de estos. Ya sabes, Fic tiene sus propios problemas y B está muy ocupado.

—Lo recuerdo. Pobre Fictus…

—Yo lo único que puedo hacer es pensar en Irina e intentar sonreír —Dann se encogió de hombros, no muy convencido de lo que decía —Hijos, ¿harán lo mismo que yo? Dedíquenle a Irina un minuto diario y se los agradeceré.

—¡Siempre, siempre! —afirmaron Luna, Rómulo, Writer, Joke y May.

—Momento, ¿Irina…? ¿Irina se…?

Nea miraba al silencioso espíritu, esperando alguna respuesta, pero la figura con la lámpara permaneció muda, sin mover ni un músculo.

—¿Y qué acaba de decir de Ficticio y B? ¿Eso sí puedo saberlo?

El espíritu tendió su mano libre y Nea no titubeó en sujetarla.

Luego de desaparecer la humareda violeta, se vieron en un cementerio de lápidas blancas. Era lo que Nea se había estado temiendo respecto a Irina, pero ahora se veía confusa, como si no comprendiera qué hacía allí.

—Feliz Navidad, Zinnia —dijo una voz familiar cerca de Nea y ella contempló, incrédula, al marido de Bell parado frente a una lápida —Debemos dejar de encontrarnos así —musitó el hombre, con una temblorosa sonrisa —Cada vez que vengo en Navidad, es a enterrar a alguien.

Nea se preguntó a qué se refería, y al empezar a caminar el de ojos verdes, ella lo siguió unos cuantos metros, con el espíritu detrás. Al detenerse el marido de Bell ante una fosa abierta, Nea se fijó que allí también estaba B, vestido de negro y con una cara muy seria.

—Gracias por arreglarlo todo, Fic —comenzó B con voz apesadumbrada —Yo estaba de viaje, apenas me enteré ayer de todo y cuando el avión aterrizó, me llamaste y me contaste el resto —suspiró con cansancio —Increíble que ni siquiera quisiera un velorio normal…

—Ya sabes cómo era, Bell insistía en que sería brillante para elegir las novelas para publicar, pero era completamente fría en todo lo demás.

—¿Fría? Sí, eso le queda —tras asentir, B volvió a suspirar —No puedo quedarme, simplemente no lo aguanto. ¿Podrías…?

—Claro, no te preocupes.

B hizo una inclinación de cabeza dirigida hacia la lápida y se marchó.

—¿Por qué se ve tan triste? —quiso saber Nea —¿Se consiguió una novia nueva y murió?

Por toda respuesta, el espíritu acercó su lámpara a la lápida.

En ella se leía “Altair Andrea Black Poulain. Descanse en paz”.

—¿Es una broma? —Nea retrocedió, mirando sin querer cómo el marido de su difunta socia le hablaba a un hombre con una pala que acababa de llegar —¿Y ellos son los únicos que se dignaron a…?

Nea cortó su pregunta de golpe y razonó en voz alta.

—No me lo gané, ¿verdad? Bell tenía razón, todos tenían razón. No pensaba más que en mí, en el dinero, en nada más.

Nea se dejó caer de rodillas ante la tumba vacía, su tumba. Apretaba los puños con fuerza, pero luego, en  un verdadero arranque, tomó su látigo y comenzó a sacudirlo con fuerza. Con todo el disimulo del que fue capaz, Fictus se hizo a un lado y desapareció de la escena.

—¡Eso no es excusa! —vociferó, liberando el enojo que había acumulado durante todo el día —Sí, soy mandona, sarcástica, tacaña, avara, algo violenta, ¿pero nadie se acordó de mí? ¿Qué tengo que hacer para que no me muera más sola que la una? ¿Acaso debo enmendarme? ¿Ser una chica linda y amable? ¡Pues lo seré! ¡Seré buena todo el año! ¡La Navidad siempre la celebraré, ya verán! ¡Los espíritus no han venido en vano! ¿Me oíste, Bell? ¿Me oíste? ¡Tu socia es otra! ¡Ya verás, seré otra! ¡Y no cargaré con un libro más grande que el tuyo!

Nea comenzó a reír de forma nerviosa, afectada, lo que empezó a asustar a muchos. La persona que personificaba al Espíritu de las Navidades Futuras hizo señas con las manos a un montón de gente tras bambalinas y el humo violeta volvió a aparecer. Eso confundió y detuvo a Nea un momento, a juzgar por el silencio que siguió.

Una ráfaga de viento se deshizo del humo y Nea se vio de nuevo en su dormitorio. Atontada, enrolló el látigo, lo dejó en su cama y acto seguido, se echó a reír.

—¡Así que vivo! —exclamó, sonando tan convincente que muchos respiraron aliviados —¡Estoy viva y todo! ¿Pero qué día es? Vamos, vamos…

Nea encendió un pequeño despertador en la mesita de noche a la derecha de su cama y una voz que todos reconocieron avisó.

—¡Buenos días, damas y caballeros! Espero que ayer no hayan bebido demasiado, o si no, les estará dando una cruda de muerte. ¡Feliz Navidad a todos! Esta despejada mañana del veinticinco de diciembre de…

Nea apagó el radio, volvió a reír y corrió hacia un armario del que sacó varias prendas.

—¡Vamos, vamos! Hay mucho qué hacer y poco tiempo. ¡Ah, da igual!

Rió más fuerte, haciendo amago de cambiarse de ropa, pero entonces el telón cayó y Pad fue destacada con el reflector, pudiendo verse que estaba anonadad.

—Ah… Pues como vieron, Nea comprendió finalmente lo que le pasaría de seguir como estaba —narró la Aprendiz, titubeando un poco —Se arregló esa mañana como nunca lo había hecho, salió de su departamento y pasó directamente a la primera tienda que halló abierta, una pastelería, donde ordenó que llevaran el pastel más grande que tuvieran a casa de los Writerhouse. Luego, se marchó con su sobrina, dejándola pasmada y risueña del gusto por verla. Y maliciosa como ella sola, Nea fue el veintiséis de diciembre a la oficina con la firme esperanza de que Dann llegara tarde, como efectivamente pasó.

E            l telón se levantó, dejando ver nuevamente la oficina de Potter & Poulain. Nea estaba de pie ante su propio escritorio, tamborileando con los dedos de la mano izquierda y jugueteando con su daga negra en la mano derecha. Finalmente, a toda carrera, entró Dann muy despeinado y con señas en el rostro de… ¿eso era un arañazo?

—Yo… lamento la demora, señorita Poulain. Navidad solo es una vez al año y… Alguien nos mandó un enorme pastel y…

—Ya, como si me importara —espetó Nea, dejando de juguetear con su daga, la cual dejó con cuidado en el escritorio —Ven acá, Writerhouse, tenemos que hablar. Llegas tarde, ¿no?

Dann asintió en silencio, temeroso, caminando hacia su jefa.

—Muy bien, esto no puede quedarse así —indicó Nea, fingiendo enojo, aunque una sonrisa se asomaba a sus labios —Para arreglar este asunto, nada más sencillo que aumentarte el sueldo. Con eso seguro podrás comprar un auto. ¡Ah! Y aumentaré el porcentaje de regalías que recibes por cada portada que haces. Y me ayudarás a revisar manuscritos más seguido, se te da…

—¿Se siente bien, señorita Poulain? —Dann, al verla tan efusiva, ya se estaba asustando (y no solamente él, sino varias personas del público).

—¡Ah, claro que sí! Y más te vale que me creas —Nea tomó su látigo, pero no lo desenrolló —O si no, la pagarás.

Dann asintió repetidamente con la cabeza.

—Así, Nea dio un brusco giro a su vida —narró Pad, intentando aparentar tranquilidad aunque en el fondo, la asustara que Nea estuviera sujetando su látigo —La gente lo notó, y fueron muchos los que reían o no creían en ello, pero a Nea poco le importaba. Lo que deseaba era honrar el trabajo que se había tomado Bell para enviarle a esos amigos, esos espíritus que nunca volvió a ver pero que le dejaron valiosas lecciones. Y en cierta forma, no hubo otra persona en la ciudad que llevara tan bien la Navidad en el corazón que Altair Andrea Black Poulain.

Pad hizo una reverencia, el público ovacionó con ganas y el telón se alzó, revelando a todo el elenco que había participado en la representación. Nea, por haber sido la protagonista, fue la primera en avanzar un par de pasos y hacer una reverencia, para luego ser imitada por los demás. Cuando todos hicieron una última inclinación entre la salva de aplausos que les dedicaban, Bell se apoderó del micrófono.

—¡Muchísimas gracias por venir, damas y caballeros! Ahora están cordialmente invitados a una fiesta en la residencia de la OSECI, ¡en tu honor! —señaló a Nea, que la miró con incredulidad —¿No creíste que lo olvidaría, verdad? —a una señal, el joven de cabello oscuro y ojos verdes le pasó un alargado paquete envuelto en brillante papel azul y plateado —¡Feliz cumpleaños!

La joven recibió el paquete con la cara colorada, entre vítores, abrazos y felicitaciones de todo el mundo. Como pudo, abrió lo que le había regalado Bell, que resultó ser algo que puso a temblar a más de uno, pero que a Nea dejó encantadísima.

—¡Un arco y flechas! —exclamó, fascinada —¡Un arco y flechas como las de Katniss! ¡Bell, condenada! ¿Cómo los conseguiste? ¡Debieron costarte una fortuna!

Ahora Nea gozaba de una nueva arma, casi idéntica a la que usaba la protagonista de Los Juegos del Hambre, trilogía de la cual era fanática.

¿Cómo se le había ocurrido a Bell darle semejante regalo?

—¡Ah, no fue nada! Ya me pagaron aguinaldo, así que con eso lo ordené. Si no es por el despiste del servicio de mensajería, te lo hubiera dado esta misma mañana.

¡Con que eso había alterado tanto a Bell después del tercer acto! Todos agradecían no ser los empleados de ese mentado servicio.

—¿Entonces qué? ¿Quieres celebrar? Tengo algo especial para ti en la residencia,

—¿Más? —Nea parpadeó repetidamente, pasmada.

—¡Pues claro! ¿Qué es un cumpleaños sin un pastel?

La perspectiva de celebrar (finalmente) el cumplir un año más de vida, era algo que Nea no quería perderse. Salió del brazo de B muy sonriente, cargando celosamente su regalo, y seguida por las chicas de la OSECI y el elenco de la obra, fue directamente hacia la residencia.

~Continuará…~

miércoles, 21 de diciembre de 2011

La OSECI presenta... Incauto Cuento de Navidad (III)

~En la entrada anterior…~

El segundo acto de la obra, aparentemente, se desarrolló sin sobresaltos. Nea interpretó magistralmente a la amargada que comenzaba a darse cuenta de sus faltas, echando una mirada a sus Navidades Pasadas. Luego de acabado el acto, se había dado un descanso ligeramente más largo que el anterior, y quien se sabía la historia de Dickens, ya se imaginaban lo que venía, aunque esperaban pasar un buen rato con el elenco que saldría a escena.

¿Y quiénes serían esos actores y actrices que les ofrecerían semejante entretenimiento?

Vamos a averiguarlo.

~18 de diciembre, en el Teatro Imaginario…~


Otra vez el escenario de inicio era la recámara de Nea, pero en un rincón había poca luz, a excepción de un par de velas. Nea, acostada y semidormida, se movió al escuchar a alguien canturreando uno de esos odiosos villancicos.

—¡Pero mira como beben los peces en el río! ¡Pero mira como beben por ver a Dios nacido!

Nea se sentó en su cama y dirigió los ojos al rincón poco iluminado. Saltó de la cama y caminó hacia allí, con lo que aumentó el volumen de la voz que cantaba.

—¡Beben, y beben, y vuelven a beber! ¡Los peces en el río por ver a Dios nacer!

—¡Cállate y dime cómo entraste! —exigió Nea, exasperada, con látigo y daga en alto.

El rincón se iluminó en un santiamén y dejó ver a Mery con un hermoso traje verde, en el cual estaban bordadas esferas rojas y estrellas doradas hechas con lentejuelas. En la cabeza, portaba una diadema con una estrella blanca y en las manos cargaba con un cuerno de la abundancia (a veces llamado también cornucopia). Se parecía bastante a un árbol de Navidad.

—¡Hola, querida! —saludó Mery, echándose a reír de forma contagiosa —Llegas justo a tiempo. ¿Gustas un chocolate? —ofreció, alargando el cuerno.

—¡Yo sí! —se oyó que aceptaba Joke tras el escenario, pero alguien chistó y la Invitada Especial ya no volvió a hablar.

—No, gracias —declinó Nea, haciendo un gesto de sorpresa —¿Tú eres la segunda amiga de Bell? ¿La que dijo Rodrigus?

—Sí, yo soy. El Espíritu de la Navidad Presente. Puedes llamarme Señora de Wilde.

Se oyeron algunas risitas fuera de escena.

—Creo que te llamaré Espíritu, gracias —dijo finamente Nea, con una ceja arqueada.

—Como quieras. Ahora, toca uno de mis bordados y nos iremos. Hay mucho qué hacer.

Nea suspiró y acercó la mano al primer bordado que vio (una esfera roja) y un humo azulado desvaneció por un momento la escena. Reaparecieron aparentemente en la sala–comedor de una casa humilde. En una silla mecedora, se vio a una mujercita tejiendo afanosamente, rodeada por dos chiquillas que parloteaban sin parar.

—Mamá, mamá, ¿ya viene Luna? —quiso saber una chica que hacía enormes esfuerzos por no reírse. Se trataba de May, que hacía muecas al pelearse en broma con Joke.

—Cálmense ya, pronto llegará su padre —advirtió la chica sentada en la mecedora, quien no era otra que la esposa de Doño Dann, recibida en escena con una gran ovación de los empleados del Palacio —¿Pero qué lo demora tanto? Irina y Rómulo son ligeros como una pluma, nunca dan problemas.

—Eh, mamá, ¿me das una probada de sopa? —pidió una jovencita que hasta el momento, había estado escribiendo afanosamente en un viejo cuaderno.

—Sí, mamá, ¿nos das algo de sopa? —a la petición se unió un pálido chiquillo con revuelto cabello oscuro.

—Ahora no, Writer, Rómulo, esperen al menos a que llegue Luna. ¡Joke, May! Silencio o no tendrán postre hoy, ¿entendido?

Al instante, May y Joke dejaron de discutir, poniendo sus caras más angelicales y acercándose a Writer y a Rómulo para jugar algo un poco más calladas.

—¡Ya llegué! —anunció alegremente una chica de acento español al entrar en la estancia, pasando junto a Nea y el Espíritu de las Navidades Presentes como si no existieran (y de hecho, para ella no existían). —¡Feliz Navidad, mamá! ¡Feliz Navidad, diablillos!

Writer, Rómulo, May y Joke saltaron de gusto y rodearon a la Messias, que había salido a escena con un vestido rojo, azul y amarillo dorado. Varios en el público sabían lo aficionada que Luna era al Barça y se sorprendieron de que las encargadas de vestuario le hubieran cumplido el deseo de salir con esos colores en la obra.

—¿Qué tal el trabajo, Luna? —quiso saber la esposa de Doño Dann (que en el programa aparecía nombrada como “Sofii alias Peti alias Multi–P”), dejando el tejido y la mecedora para darle un abrazo a la recién llegada.

—Bien, tuvimos que acabar un montón de cosas, ¡aún siendo Navidad! Menos mal que nos pagarán lo que corresponde o si no…

—Te lo enseñó tu padre, “haz valer la ley, pero de tal forma que sigas siendo empleado”.

—¡Viene papá, viene papá! —anunció May, peleando con Joke para mirar a través de una ventana —¡Luna, escóndete, que crea que no has llegado!

Luna obedeció y se colocó de tal forma que cuando Dann finalmente entró a aquella habitación, quedó oculta por la puerta. El dueño del Palacio sujetaba la manita de una niña a su izquierda, que les sonrió a todos y apoyó con fuerza su pequeña muleta.

—¡Feliz Navidad, familia! Lamentamos la demora. ¿Dónde está Luna?

—¡No viene! —se lamentaron May y Joke a coro, con caras convincentes de tristeza.

—¿Cómo que no viene? —se quejó Dann, alzando en brazos a la niña de la muleta —¿Qué le he dicho a esa chica de hacer valer sus derechos? Según las leyes laborales, ni siquiera debería trabajar hoy, ¿quieres que vaya por ella, ‘posa mía?

Luna hizo gesto de aguantarse la risa, antes de recordar su papel y mostrarse como una hija que no quería ver preocupado a su padre, aunque fuera en broma. Salió de su escondite y fue a darle un abrazo, por lo cual Dann se echó a reír, todavía con Irina en brazos.

—¡Demonio de muchacha! ¡Ya me habías preocupado! —amonestó Dann, aunque sonreía con ganas —Vamos, vamos, todos a la mesa.

Nea contempló el pequeño banquete que la esposa de Dann disponía. No era la gran cosa, apenas un pollo relleno en lugar de pavo, una sopa y una ensalada. Además, las ropas de la familia se veían remendadas hasta el cansancio, pero limpias y bien planchadas.

—No lo entiendo —comentó Nea de pronto —Dann apenas gana para vivir, y aún así se casó, tuvo un montón de niños y hace una comida especial este día.

—Está agradecido con la vida —indicó Mery con semblante benevolente, saboreando un chocolate de su cornucopia.

—¿Con esta vida? —Nea sonó incrédula al señalar la habitación, la mesa y las ropas de los Writerhouse —Eso sí que es gracioso —rió sin mucha alegría.

—Hoy, al venir de la iglesia —decía Dann con tal mueca, que el público no pudo contener la risa: el dueño del Palacio solía decir que la religión era el opio del pueblo —Irina ayudó a una señora a levantar su monedero, porque la empujaron y se le cayó. Y me dijo que tenía un angelito por hija, de esos que Dios manda de vez en cuando para enseñarnos cosas buenas.

—¿Me dijo angelito? —se sorprendió la pequeña Irina, abriendo mucho sus ojos.

—Sí, hija, porque fuiste buena y la ayudaste.

Irina asintió encantada y pronto sus hermanos la llenaron de mimos.

—Espíritu —musitó Nea en ese momento —Irina… ¿qué tiene?

—Dolencias de los pobres y mal atendidos, Nea, ¿qué esperabas? No es como si tus empleados ganaran los millones.

—Pero tienen prestaciones —refutó entonces Nea, mostrando sus conocimientos de mujer de negocios —Bien podría alguien en esta casa llevar a la niña al médico.

—¿Cuándo? —alegó Mery, que bien metida en su papel, desenvolvía otro chocolate salido de su cuerno de la abundancia —Dann se la pasa en la oficina porque tú se lo mandas. Peti, la madre, también tiene que ganarse algo de dinero con sus tejidos, Luna se encierra en una tienda de deportes contando playeras y ordenando balones…

En la mesa de los Writerhouse, Luna hacía lo posible por no carcajearse, fingiendo que no oía nada de lo que Mery decía.

—… Y los otros niños van a la escuela con lo que ganan los adultos. Bell nos advirtió que para estas cosas eras distraída, pero no quería creerlo.

—¿Qué dijiste? —Nea llevó una mano automáticamente a su látigo.

—Pues eso. Bell conoció a los Writerhouse porque Sole y las mellizas son amigas —Mery señaló a May y a Joke, que disimuladamente, saludaron al público desde la mesa, causando un aluvión de aplausos —Fue madrina de Rómulo, y Peti es madrina de Zinnia. ¿No sabías?

Nea negó con la cabeza, perdiendo en ese momento la cuenta de cuántas veces había repetido el gesto esa noche.

—¿De verdad soy tan distraída? —se preguntó la joven de mechones verdes con agitación —¿En serio no veo lo que pasa a mi alrededor? ¿Por qué Bell nunca me dijo de dónde conocía a Dann Writerhouse? Recuerdo que ella simplemente llegó un día y me soltó que tenía a nuestro jefe de diseño de portadas, pero…

—Si entonces no se lo preguntaste, ya no hay remedio —Mery se encogió de hombros, escarbó entre el contenido de la cornucopia y sacó un racimo de uvas —¿Gustas? —ofreció a Nea.

—No, gracias.

—¡A la salud de la señorita Poulain! —dijo entonces Dann, alzando un vaso de sidra.

—¡Sí, claro! —dejó escapar Peti con sarcasmo, dejando con fuerza su vaso en la mesa —A la salud de la persona más egoísta, mandona, gruñona, sarcástica y tacaña de la ciudad.

—¡Peti, los niños! —soltó Dann en señal de censura.

A May y a Joke les daba risa aquello, lo mismo que a Luna, pero se contenían cuanto podían. Writer fingía no prestar atención por vigilar a Rómulo y a Irina.

—Bien, bien —se resignó Peti, tomando de nuevo su vaso —Brindemos a la salud de la señorita Poulain, porque es quien le da ese trabajo malpagado a su padre…

—¡Peti!

—Déjame acabar, Dann. Brindaremos por su salud, aclaro. Pero no por ella.

Así, la familia entera levantó sus vasos (a May le quitaron rápidamente un vaso de sidra, ante la risa de medio pueblo presente en el teatro) y bebió largamente.

—Vamos, tenemos otro compromiso —apuró Mery.

Nea posó la mano en una estrella dorada de lentejuelas y el humo azul cubrió el escenario, para dar paso a la sala de otra casa, una un poco más pequeña, pero más nueva y llena de gente. Nea no sabía a dónde había ido a parar hasta que una fuerte ovación dio la bienvenida a los actores que participaban esta vez.

Janni, con un vestido rojo con adornos blancos, reía en compañía de su esposo, un tipo con ropas bien cuidadas y ojos de anciano. A su alrededor, se hallaban sentadas varias personas, entre ellas Veerie, Baru y su esposo Seba, una joven mujer a la que se reconocía como Makoto Black y una chica que se veía muy similar a la Nea que salió con Luu casi al principio del segundo acto. Por lo visto, estaban jugando a algo.

—No es un animal ni un monstruo, ¿acaso es una persona? —inquirió Veerie entre risas.

Janni asintió y contuvo sus propias carcajadas, en tanto hacía gesto de pasearse altivamente, para luego fingir que gritaba a alguien invisible.

—Debe ser una persona muy gruñona —contribuyó entonces Mako, entusiasta.

Janni volvió a asentir y esta vez hizo como que se sacaba algo del cinturón y lo azotaba en el aire. Baru se echó a reír y exclamó.

—¡Ya sé, ya sé! ¡Es tu tía Poulain!

Cuando Janni asintió y exclamó “¡Bingo!”, los demás rieron más fuerte.

—¡Excelente, querida! —felicitó el marido de Janni, llevándoles vasos de ponche a sus invitados —Para no ver seguido a tu tía, te ha salido bastante bien.

—¿Este qué se cree? —espetó Nea de mal humor, sacando su látigo y chasqueándolo.

Obviamente, nadie le prestó atención.

—Ah, mi buena tía —dijo entonces Janni, sonriendo. Bebió un poco de ponche y contó —¿Saben qué me dijo cuando la invité a venir hoy? ¡Tonterías! —los invitados soltaron la carcajada —Sí, que la Navidad eran tonterías. Sería muy feliz si quisiera, pero trabaja como condenada.

—Ella nunca ha sido santa de mi devoción, pero algo de lástima sí me da —reconoció el marido de Janni, sentándose en uno de los sillones con su vaso de ponche en la mano.

—¿Qué ha dicho? —Nea agitó de nuevo el látigo y la punta de este alcanzó al marido de Janni, que tuvo que apretar los dientes para no quejarse y seguir como si nada. Eso causó una ola de aplausos —¿Y con este mequetrefe se fue a casar mi sobrina? ¿Qué diría Luu si lo viera?

—Se quejaría como tú, quizá, pero acabaría aceptándolo. Aunque no lo parezca, el tonto de Stiven es buen tipo, cuida bien a Janni.

A duras penas, el tal Stiven ocultó una mueca de inconformidad al oírse llamar “tonto”.

—¿Qué clase de nombre es Stiven? —se quejó Nea.

—Oye, ahora me vas a decir que no sabías el nombre de tu sobrino político.

Ante el silencio de Nea, Mery se mostró incrédula.

—¡Estás más perdida de lo que Bell nos contó! Bien, no es precisamente mi problema. Una parada más y deberé dejarte. Mi tiempo en el mundo de los hombres se acaba esta noche.

—Como digas.

Tras el acto de tocar un bordado de lentejuelas y la aparición del humo azulado, se encontraron en una sala en tonos arena y marrón, con minúsculos detalles rosados. En los sillones, jugando sin parar, se vio a la seudo–madre de Dann y a una chiquilla muy pálida de cortos rizos oscuros. Entre ellas, con cara de resignación, estaba el joven guapo de cabello oscuro y ojos verde que tanto había encantado a la audiencia femenina desde su primera aparición.

—¿Van a dejar de jugar algún día? Le prometí a Dann que iríamos un rato a su casa.

—¡Sí, a casa del Doño Dann! —saltó la niña pequeña, bajando del sillón con lentitud —Quiero ver a Romi, quiero ver a Romi…

—Que no te oiga Peti decirle así a su hijo —rogó Sole entre risas —¿A qué hora nos vamos?

—En cuanto se pongan los abrigos, las bufandas y los guantes. Ayuda a Zinnia, Sole.

En cuanto el de ojos verdes se quedó solo, llamaron a su puerta. Al abrir, se topó con B, que traía las manos ocupadas con regalos.

—¿Puedo pasar? —quiso saber.

—¡Claro! Pero íbamos de salida. ¿Quieres venir con nosotros? Pasaremos a casa de Dann.

—¿Por qué no? Dejo esto bajo tu árbol y… —B recorrió la habitación con la mirada —¿No pusiste árbol este año, Fic?

—No me dieron ganas. Además, no creo que me quede igual que a Bell.

El mencionado Fic inclinó la cabeza y B fue a esconder los regalos debajo de la mesa, cubriéndolos con el mantel, justo cuando las niñas regresaban y al verlo, se lanzaban a abrazarlo.

—¿Ya comieron? —quiso saber B.

—Tía Nea no vino —dijo tristemente Zinnia con su vocecita.

—¿Aún le dice tía? No la ha visto desde…

—Desde hace un año, sí. La invité a comer, pero me salió con lo de siempre…

—“¡Bah, tonterías!” —la imitación de B era tan acertada que rió al segundo siguiente.

—Nea es una chica de cuidado, ¿no? —comentó Sole en ese momento y todos rieron antes de salir de la habitación.

—¿Sabías que B visita a la familia de tu socia?

La pregunta de Mery, como otras, obtuvo una negativa de parte de Nea.

—Válgame, eso es un golpe bajo —bromeó Mery con una sonrisa, sin notar que ahora Nea sostenía una daga negra en vez del látigo —Bell era una cajita de sorpresas, ¿verdad?

—Eso sí —tuvo que concederle Nea.

—Bueno, hemos terminado. La siguiente visita la tienes programada para las tres de la mañana. Atenta, pues, y aprende lo que debes aprender.

—¿Y si no lo hago?

Mery le dedicó una sonrisa sarcástica mientras degustaba una fresa, lo último que le quedaba en la cornucopia (¿a qué hora se había comido el resto del contenido? No pregunten).

—No quieres saber lo que te pudiera pasar, Nea. Pero quizá te acabes enterando.

—¿Cómo?

Mery ya no contestó. El humo azulado la hizo desaparecer y a Nea la dejó de nuevo en su cuarto, mucho más pensativa que antes, pero también más asustada.

Pad fue iluminada de nuevo.

—Ver lo que se perdía fue un golpe duro para Nea —narró la Aprendiz con solemnidad —Ya no sabía qué esperar del último espíritu, más con las palabras que soltó la supuesta señora de Wilde a modo de despedida…

—¿Cómo que supuesta? —se dejó escuchar la voz indignada de Mery.

—… Así, Nea se refugió bajo las mantas, intentando reposar un poco, en espera del final de aquella experiencia. Eso, damas y caballeros, lo veremos en el cuarto acto, en cinco minutos.

La gente aplaudió brevemente antes que el telón cayera, porque se la estaban pasando estupendamente. En cambio, en los camerinos, la tensión no hacía más que aumentar y prueba de ello fue escuchar que la voz de Bell gritaba algo, pero no se distinguía bien.

En silencio, el público agradeció estar lejos de la Fundadora y Líder Suprema de la OSECI. ¿Ahora qué le pasaría?



~Continuará…~