sábado, 3 de diciembre de 2011

Tinta a la Carta II: Almuerzo en cuatro tiempos

~Aperitivo~
Los Millonarios
(Brad Meltzer)
—¿Quieres decirme de qué se trata, Charlie, o simplemente tengo que añadirlo a nuestra siempre creciente lista de estupideces? —le recrimino.
—¿Siempre creciente? —pregunta él —No sé a qué te refie…
—A lo de Shep —vocifero —¿Cómo pudiste darle nuestra ubicación final?
—No le di nada —refunfuña Charlie sin alzar la voz —Cuando le enseñé la Lista Roja, señalé otro banco. Por supuesto, tú estabas tan ocupado gritando que se creyó hasta la última palabra.

~Entrada~
El Castillo Ambulante
(Diana Wynne Jones)
—¡Así que ibas a rescatar al príncipe! —intervino Sophie —¿Por qué fingiste huir? ¿Para engañar a la Bruja?
—¡No! Soy un cobarde. ¡La única forma en que haga algo tan temible como esto es decirme a mí mismo que no lo voy a hacer!
«¡Ay, Dios!», pensó Sophie mirando la arena que les circundaba. «¡Está siendo honesto! Y esto es un viento.» ¡La última parte de la maldición se ha hecho realidad! La arena caliente le golpeaba atronadora y Howl le hacía daño al agarrarla.

~Plato Fuerte~
Los Juegos del Hambre
(Suzanne Collins)
—Así que ese día, en la clase de música, la maestra preguntó quién se sabía la canción del valle. Tú levantaste la mano como una bala. Ella te puso de pie sobre un taburete y te hizo cantarla para nosotros. Te juro que todos los pájaros de fuera se callaron.
—Por favor —repuse, riéndome.
—No, de verdad. Y, justo cuando terminó la canción, lo supe: estaba perdido, igual que tu madre. Después, durante los once años siguientes, intenté reunir el valor suficiente para hablar contigo.

~Postre~
Rubí
(Kerstin Gier)
Lancé un suspiro de alivio. Al menos esta vez había tenido suerte. Me dejé caer en una silla y apoyé la cabeza sobre el pupitre. Lo que acababa de suceder superaba por completo mi capacidad de entendimiento. La chica, el joven guapo, el beso…
La chica no solo tenía el mismo aspecto que yo.
La chica era yo.
No había equivocación posible. Me había reconocido a mí misma por la marca en forma de media luna en la sien que la tía Glenda llamaba siempre «ese extraño plátano».
Era imposible que existiera un parecido como aquél.


Con mis agradecimientos a Nea Poulain por la idea para el ciclo de entradas "Tinta a la Carta".

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