sábado, 30 de junio de 2012

Tinta a la Carta XXXI: Desayuno en tres tiempos

~Entrada~
Aura
(Carlos Fuentes)
Te moverás unos pasos para que la luz de las veladoras no te ciegue. La muchacha mantiene los ojos cerrados, las manos cruzadas sobre un muslo: no te mira. Abre los ojos poco a poco, como si temiera los fulgores de la recámara. Al fin, podrás ver esos ojos de mar que fluyen, se hacen espuma, vuelven a la calma verde, vuelven a inflamarse como una ola: tú los ves y te repites que no es cierto, que son unos hermosos ojos verdes idénticos a todos los hermosos ojos verdes que has conocido o podrás conocer. Sin embargo, no te engañas: esos ojos fluyen, se transforman, como si te ofrecieran un paisaje que sólo tú puedes adivinar y desear.
—Sí. Voy a vivir con ustedes.

~Plato Fuerte~
Como Agua para Chocolate
(Laura Esquivel)
—¿Y a mí no me va a felicitar?
—Sí, cómo no. Que sea muy feliz.
Pedro, abrazándola más cerca de lo que las normas sociales permiten, aprovechó la única oportunidad que tenía de poder decirle a Tita al oído.
—Estoy seguro de que así será, pues logré con esta boda lo que tanto anhelaba: estar cerca de usted, la persona que verdaderamente amo…
Las palabras que Pedro acababa de pronunciar fueron para Tita como refrescante brisa que enciende los restos de carbón a punto de apagarse. Su cara por tantos meses forzada a no mostrar sus sentimientos experimentó un cambio incontrolable, su rostro reflejó gran alivio y felicidad. Era como si toda esa casi extinguida ebullición interior se viera reavivada de pronto por el fogoso aliento de Pedro sobre su cuello, sus ardientes manos sobre su espalda, su impetuoso pecho sobre sus senos… […]

~Postre~
La Guerra de los Mundos
(H. G. Wells)
Un estremecimiento recorrió mi cuerpo. Detrás de mí, una mujer lanzó un grito histérico. Me volví a medias, sin apartar los ojos del cilindro. Dos nuevos tentáculos surgían de él. Desesperado, me abrí paso a empujones y codazos. El horror ocupaba ahora el espacio sobre aquellas caras llenas de asombro un momento antes. El lugar se llenó de gritos y exclamaciones de pánico. La muchedumbre aterrada retrocedía. El dependiente se mantenía erguido con gran esfuerzo sobre el filo del foso. De repente vi que había quedado solo. La gente huía y Stent con ellos. Miré hacia el cilindro y un incontrolable terror hizo presa de mí sin poder ejecutar un movimiento, los ojos fijos en el foso.
Una masa redonda de color grisáceo del tamaño de un oso, salía torpemente de dentro del cilindro.

Con mis agradecimientos para Nea Poulain, por la idea para el ciclo de entradas de "Tinta a la Carta".

miércoles, 27 de junio de 2012

Describiendo a... (XXII)

Título: La Biblioteca de los Muertos (en el idioma original, Secret of the Seventh Son).

Autor: Glenn Cooper.

Sinopsis: Bretaña, siglo VIII. En la abadía de Vectis crece Octavus, un niño sobre el que pesa una terrible maldición: es el séptimo hijo engendrado por un séptimo hijo, y la leyenda le augura unos poderes diabólicos. [...] Nueva York, en la actualidad. Un asesino en serie tiene aterrorizada a toda la ciudad. Poco antes de morir, las víctimas reciben una postal con la fecha de su muerte escrita junto al dibujo de un ataúd [...]. (Extracto de la contraportada de mi ejemplar).

sábado, 23 de junio de 2012

Tinta a la Carta XXX: Cena en tres tiempos

~Entrada~
Sepultura 13
(Manuel L. Alonso)
—¿Pero estás segura de que era el mismo piso?
Me lanzó una mirada entre compasiva y de comprensión. Yo había tenido que contarle lo sucedido el sábado, los ruidos y la aparición, para animarla a las confidencias, y por eso respondió.
—Estaba casi segura. Ahora lo estoy del todo. En caso contrario, no estarías aquí. Lo que viste la otra noche fue… la viste a ella. Y eso demuestra que nunca salió de la casa. Aún sigue ahí.

~Plato Fuerte~
Placeres de la Noche
(Sherrilyn Kenyon)
—Entonces, ¿lo dejó todo por ella?
Julian asintió con gravedad.
—Lo peor de todo es que Kirian jamás le fue infiel. Ustedes no pueden entender lo que eso significaba. En nuestros días no existía la monogamia. Era algo completamente insólito que un hombre le fuera fiel a su esposa, sobre todo si gozaba de la posición y riqueza de Kirian. Pero una vez que se casó con ella, jamás deseó estar con nadie más. Ni siquiera miró a otra mujer —los ojos de Julian llamearon de furia —En realidad, vivió y murió por ella.
El corazón de Amanda sufría por Kirian. El dolor que aún debía de padecer…

~Postre~
Maten al mensajero
(Tami Hoag)
—Ese mensajero en bicicleta, el de anoche, ¿trabajaba aquí?
—Sí.
—Parece que es nuestro hombre, ¿o no? El abogado, la despachadora. Lo único que tienen en común es él.
Parker no dijo nada, pero no se tragaba esa hipótesis. Si Damon hubiera querido silenciarla, la habría matado antes de que llegara al trabajo, no cuando iba saliendo. ¿Para qué iba a arriesgarse el chico a regresar aquí? Además, se suponía que había tomado el dinero de la caja fuerte de Lenny Lowell. ¿Por qué se preocuparía por el contenido del bolso de esta mujer?

Con mis agradecimientos para Nea Poulain, por la idea para el ciclo de entradas "Tinta a la Carta".

viernes, 22 de junio de 2012

La OSECI presenta... De cumpleaños a cumpleaños (Incauto Interludio)


~En la entrada anterior…~

Seguían los preparativos del cumpleaños de Bell bajo el mando de May, para enfado del embaucado Dann. Mucha gente aportaba su granito de arena, aunque algunos planeaban cosas que podrían causar algún desastre, como el ex–amante de la Fundadora y Líder Suprema.

A propósito, ¿dónde estaba Bell en esos momentos, mientras todo esto ocurría en la residencia de la OSECI?

Vamos a averiguarlo.

~En el comedor…~

—¡Estupendo! —exclamó May al dar una ronda para observar cómo iba todo.

La mesa del comedor estaba engalanada con un mantel blanco que en las orillas tenía bordadas rosas de varios colores. Se habían conseguido sillas extras en todos lados, así que era curioso ver metal, plástico y madera esperando a los comensales.

—Etto, May–nee… ¿puedo probar una de esas cremas francesas antes de…?

—No, Joke, ni se te ocurra. ¿Cómo va esa lona?

La Alcaldesa sonreía con cierta picardía a Dann, que en lo alto de una escalera de mano, torcía la boca con cierto disgusto, pero cuidándose de pasar desapercibido para su esposa y su seudo–madre, que andaban por allí acomodando la vajilla (la cual, por cierto, era una mezcla de materiales y colores casi tan rara como la de las sillas).

—Ya casi termino. Oye, ahora que lo pienso, ¿dónde está la del cumpleaños?

—¿Bell? Feliz de la vida en su ciudad, salió de vacaciones.

Algo en la voz de May hizo que Dann comenzara a sospechar, así que acabó su tarea, bajó de la escalera y ya iba a preguntarle más a la Encargada de los Chocos, cuando el novio de Bell pasó por allí. ¿Sabían que el pobre Fictus era demasiado incauto en ocasiones?

—Eh, Fic, ¿a qué fue tu novia a Aguascalientes?

El aludido, arqueando una ceja por encima de sus anteojos, terminó dando un suspiro.

—No fue —contestó con cierto aire alicaído —La embaucaron.

~Unos días antes, en el salón principal de la residencia…~

Cada SECI estaba en lo suyo, disfrutando una de esas tardes pacíficas de las que casi no tenían, aunque estaba ausente la Líder, encerrada en la biblioteca (como casi siempre) discutiendo con el dueño del Palacio ciertos gastos que no podía deducir de sus impuestos (como él quería).

Fue ese instante el que la Alcaldesa de Agua Imaginaria usó para sus planes.

—Eh, aprovechando que Bell no está… —comenzó.

—Etto… May–nee, ¿no es algo malo, verdad?

—¡Claro que no! Es algo genial para la semana que viene. ¿Saben por cuál fecha, no?

Caras inexpresivas fue toda la respuesta que recibió May.

—¡No, por favor! —se desesperó la Alcaldesa —¡Tienen que acordarse! Writer, ¿no tiene nada Bell para la semana que viene?

—Pues de hecho se me hizo raro que me pidiera anotar en la agenda de la OSECI “día libre” el veintiséis —respondió la Sacerdotisa Escribana, frunciendo el ceño —Y ya sabes que a su agenda personal no me deja tocarla.

—¡Seguro piensa escaparse con su novio, esa tía…!

—¡Luna, cálmate! No es eso —espetó May de mal humor —Ese día es su cumpleaños.

Otro silencio, pero ahora las SECI’s se miraban con creciente horror.

—Lo olvidaron —afirmó May. Las demás asintieron —En serio lo olvidaron —la Encargada de los Chocos vio otro asentimiento colectivo —¡Lo olvidaron! ¡No puedo creerlo! ¿Saben lo que nos hará si se entera, verdad?

—¿Lo que “nos” hará”? —quiso saber Carmen, intrigada.

—Eh… Yo no habría recordado si no hubiera llegado un paquete para Bell a la oficina de Correos. Me avisó Friki hace dos días.

Las demás se vieron unas a otras. ¿Por qué no habían hecho como Frikiloka y se habían conseguido un trabajo en la oficina de Correos del pueblo? Ni idea.

—Así que tuve una idea —avisó la Alcaldesa.

Joke hizo un mohín, Pad se retorció las manos al escuchar eso y Veerie, increíblemente, no se había quedado en la ignorancia esta vez, ya que preguntó.

—¿De qué tipo de fiesta estamos hablando?

Y al contemplar la sonrisa maliciosamente alegre de May, las demás lo supieron.

Si la Líder de la OSECI cumplía años, tendría un humor entre eufórico y fatalista, y les convenía mantenerlo de la primera forma a como diera lugar.

~En la biblioteca…~

—… Y por eso, aunque tengas los comprobantes, puedes deducir únicamente los gastos que sean “indispensables para la operación del negocio”.

Dann hizo una mueca, ante el discurso contable–fiscal que Bell le había echado debido a cierta compra hecha en el Palacio en los últimos días. La Fundadora y Líder Suprema era eficiente llevándole las cuentas, pero cuando se trataba de reducir impuestos, no lo hacía hasta haber consultado sus pequeños pero voluminosos libros de leyes, que estaban en su estante particular. Y eso podía llevarle horas.

—Bell, ¿tanta palabrería para decirme que no puedo deducir el caviar que decidí comprar para servir en el Palacio? —inquirió él, realmente fastidiado.

—Lo siento, pero el caviar es artículo de lujo, quería que te quedara claro.

—No sé qué me extraña, siempre te explayas. En fin, haz lo que se deba hacer y luego me pasas tus honorarios.

—¡Diantres, Dann! Ya te dije que con que nos sigas prestando la casa, basta. Aunque si decides cobrarnos renta, no te la negaré. Y eso que seguramente vaciarías nuestras carteras —en ese momento sonó una especie de silbido de pájaro, y Bell tomó su celular —Vaya, ¿quién hará sonar al sinsajo? Casi no tengo cobertura en este pueblo… —la joven mujer de anteojos abrió el aparato, leyó el mensaje de texto e hizo una mueca —¡Diablos! —masculló, cerrando el celular.

—¿Ahora qué?

—Mi madre. Quiere que vaya a casa para la semana que viene. Alega que hace mucho que no los veo y quiere hacerme una comida. ¡Como si me gustaran las fiestas…!

—¿Qué…?

Dann estuvo a punto de preguntar qué celebraba la familia de Bell, pero el novio de ésta lo salvó llamando a la puerta y asomando la cabeza.

—Cariño, llegó tu paquete, lo dejé en tu habitación —fue todo lo que informó.

—¡Genial! —la Líder Suprema salió corriendo, haciéndole un gesto a Dann para darle a entender que volvería pronto —Gracias, guapo —le dio un beso en la mejilla a su novio y se fue.

—Eh, Fic, ¿de qué se trata?

—Ordenó libros nuevos. Dice que es su “auto–regalo” de cumpleaños, porque está casi segura que nadie le regalará los libros que le gustan. Pero el pedido llegó antes, ella quería que fuera justo el martes.

Dann abrió los ojos con asombro y espanto.

—Déjame adivinar, olvidaste su cumpleaños —aventuró Fic.

—No precisamente, pero creo recordar que May mencionó algo de eso en mi cumpleaños. Voy a preguntarle a mi ‘posa y a Sole, otra vez, qué pasó ese día.

Fictus asintió, apretando los labios para no soltar la carcajada. Aún recordaba la fiesta del dueño del Palacio y la curiosa interpretación de él de varias canciones de cierto grupo español.

~En el dormitorio que tiene en su puerta un letrero que dice “Fundadora y Líder Suprema. Toca antes de entrar o morirás”…~

Sentada en su cama, Bell abría con sumo cuidado el paquete recién llegado, lamentándose por enésima vez que le hubieran cancelado Fahrenheit 451 en la librería por no haber existencias. Finalmente, pudo contemplar con cariño y curiosidad sus nuevas adquisiciones: Yo, Robot (que quería leer desde que vio completa la película con Will Smith), Crónicas Marcianas y La Cura Mortal. Tendría que postergar su lectura, tenía una especie de orden en sus pendientes, pero eso no quitaba la emoción de tenerlos.

—Ah, para esto me gusta tener empleo —musitó la Líder con alegría, sonriéndoles a sus libros nuevos —¿Irán a mi estante o al Comunitario? Falta saber si las chicas los han leído, cosa que no creo. Últimamente leo cosas fuera de los temas que me gustan.

Se fijó en el pequeño ejemplar de La Guerra de los Mundos que estaba en su mesita de noche y negó con la cabeza, en tanto acomodaba los ejemplares nuevos y los cargaba. Recorrió  brevemente la habitación con los ojos, sonriendo otra vez.

Mientras vivía en Aguascalientes, siempre quiso una habitación así. Las paredes estaban pintadas de rosa pálido, tenía un escritorio de madera con varios cajones donde descansaba su laptop color rosa y un armario donde cabía toda su ropa y sus zapatos. El tocador, junto al escritorio, era blanco, con un espejo ovalado, y sobre él había perfumes, un par de cremas y un neceser con maquillaje. La cama era cubierta por una colcha blanca estampada con florecillas de colores, y aparte de las almohadas necesarias, había un cojín especialmente pequeño y mullido, redondo, en forma de rosa.

Sí, pese a la edad y la seriedad con la que hacía la mayoría de las cosas, Bell tenía un lado bastante tierno y cursi que apenas sacaba a flote, pero que varios de sus amigos conocían. Lo malo era que, siendo la dirigente de un montón de chicas con ideas disparatadas, no era muy bueno ponerse tierna con ellas.

—Quizá vaya a casa —suspiró, cerrando la puerta del dormitorio con llave al salir al pasillo (precaución más que necesaria en esa residencia, donde la palabra “privacidad” no era tomada muy en serio) —Así mi madre dejará de fastidiar.

Y se marchó de regreso a la biblioteca, para acomodar a los recién llegados (los libros) en su nuevo hogar (su estante) y concluir el trabajo del día (deducir o no los latosos gastos de Dann).

~Un par de horas después, en el comedor…~

Los presentes ese día en la comida eran las SECI’s, un par de amigos guapos de Carmen, Fic, Tato y Frikiloka, que pasaron a saludar luego que la segunda cerrara la oficina de Correos y fueron invitadas sorpresivamente por May.

—Friki–sama, Tato, ¿cómo les va en Correos? —inquirió Bell, probando la sopa del día.

—¡Oh, es genial! No sabía que podían llegar tantas cartas a este pueblito —contestó Tato.

—Sí, y también es increíble todo lo que llega y no es debidamente reclamado —agregó Frikiloka con un mohín —O lo que dice “respuesta necesaria” y nadie lo contesta.

Bell sonrió con cierto nerviosismo, igual que la mayoría de los presentes. Se estaban acordando de los correos electrónicos que les enviaba Frikiloka por ser la Líder de cierto grupo de auxiliares en el buen escribir, eso era seguro.

—¿Alguna curiosidad que haya llegado? —quiso saber May apresuradamente.

—Pues yo no he visto ninguna, ¿tú, Friki?

—Creo que sí, pero se guardó en los AP, así que no me enteré de qué era.

Los AP eran los Apartados Postales, pequeños casilleros que podían conseguirse en la oficina de Correos si se pagaba una modesta renta mensual. En Agua Imaginaria era muy raro que alquien solicitara uno, más en esa era moderna donde las llamadas a celulares, los mensajes de texto, el correo electrónico y las redes sociales estaban a la orden del día.

—¿No tienen algo qué hacer próximamente? —soltó uno de los amigos de Carmen.

Las SECI’s lo miraron con desconcierto.

—No, a menos que consideremos hacer algún evento en el verano —consideró Bell —Y la verdad no tengo ganas —concluyó la Líder Suprema, saboreando más sopa.

—¿Y eso por qué? —quiso saber el amigo de Carmen.

—Orlando, ¡cállate ya! —espetó por lo bajo la Diosa Menor de Marzo.

—Estoy un poco cansada de tanto evento. No sé, a veces siento que la gente ni nos toma en cuenta… Pero claro, nosotras nos divertimos, así que da igual…

—Líder, ¡pero qué dices! —se escandalizó Pad.

—No me hagan mucho caso, ando medio apática. Esto de hacerse vieja…

Nadie dijo nada, pero en ese momento May se aclaró la garganta.

—Eh, Bell, ¿por qué no te vas una temporada a tu ciudad?

—¿Perdón? —la joven mujer de anteojos pensaba que había escuchado mal.

—Sí, sí. No has estado allá desde… ¿Cuándo, abril? Seguro que allá te extrañan.

—Ahora que lo dices, mi madre quiere que vaya… ¡Pero no! Seguro dará una lata enorme, queriendo que me consiga un trabajo más cerca, o que viva allá, ¡o que me case ya!

Ante lo último, Fic se atragantó con su agua de limón con chía, recibiendo enseguida palmaditas en la espalda por parte de Joke.

—Así que no, mejor aprovecho para aceptar el contrato que me trajiste —concluyó Bell, estirando la mano para tomar un panecillo de una canastita.

—¡Eso lo podemos ver después!

—Etto… Bell–sempai… ¿En tu ciudad puedes conseguir de esos chocolates rellenos de crema de menta, verdad? Los pequeñitos en forma de esferita…

—Sí, aunque la tienda en realidad está en… ¿Te comiste mis esferas de menta?

La Invitada Especial asintió tímidamente con la cabeza.

—¿Cuáles más te comiste?

A continuación, a una velocidad vertiginosa, Joke dio una lista de todos los chocolates que había consumido de la reserva especial de la Líder.

—¡No puedo creerlo! ¡Esa tienda no tiene sucursal acá! ¡Tendré que ir a casa, aunque sea para reemplazarlos! Y ustedes —miró al resto de las SECI’s —Más les vale que tengan un lugar seguro para guardarlos para cuando regrese, será el martes.

Acto seguido, la Fundadora y Líder Suprema se levantó de la masa y se marchó a grandes zancadas, dejando estupefactas a Frikiloka y a Tato.

—¿De dónde sacaste eso? —le preguntó May a su gemela.

—Etto… Sí me comí una de sus esferas. Demo… No me las acabé.

Las demás felicitaron la idea repentina, simplona y excelente que tuvo Joke para alejar a Bell de la residencia por unos días.

Aunque claro, tenían que acatar la orden de hallar el sitio idóneo para resguardar su reserva privada de chocolates, o la pasarían muy mal.

~En el presente, todavía en el comedor…~

—… Y por eso Bell me dejó a cargo antes de irse —terminó de contar Fic, consultando una hoja de papel donde estaba escrita una larga lista —De hecho, debo ir por ella a la estación en un momento, espero que no pase nada mientras estoy fuera…

—¿Y eso? —Dann arqueó una ceja antes de preguntar en voz baja —¿Por qué no simplemente llega aquí y ya?

—¿Llegar aquí cómo? No sabe conducir y las alturas le asustan.

Dann abrió la boca, luego se calló. Comenzaba a sospechar lo que pasaba, por lo que prefirió no hacer más comentarios.

—¿Puedo ir yo por Bell? —quiso saber Orlando, que pasaba por allí para llevarse la escalera de mano a otro lado.

El dueño del Palacio lo miró como si se hubiera vuelto loco, pero Fic le dedicó una sonrisa pequeña antes de responder.

—¡Oh, no, no quiero molestar! Además, los niños no deben acercarse a los autos.

Y se fue, dejando a Orlando boquiabierto y a Dann aguantándose la risa.

&&&

No me culpen por semejante final de esta parte tan… no sé, rara. Iba a terminarla ayer, porque ya tenía la mayoría escrita, pero ¡oh, sorpresa!, mi rodilla se puso en mi contra (quienes me siguen en Twitter supieron algo, lo mismo que quienes me tienen de amiga en Face). Eso dará material para una entrada, al menos, pero primero quiero que pase mi cumpleaños, que por cómo van las cosas no saldrá tan genial como hubiera querido. En fin…

Cuídense mucho y nos leemos a la próxima.

P.D. Para que conste en acta (o mejor dicho, en entrada), mi cuarto de la vida real no es como el de la residencia de la OSECI, ¡ya quisiera yo! Solo me proyecté acá, qué novedad... Ahora sí, ¡adiosín!

miércoles, 20 de junio de 2012

Describiendo a... (XXI)

Título: Esmeralda (en el idioma original, Smaragdgrün).

Autor: Kerstin Gier.

Sinopsis: [...] Con el objetivo de develar las intenciones secretas del Conde, Gwendolyn y Gideon olvidando por un momento sus penas de amor no solo deben bailar un minué en una esplendorosa fiesta en el siglo XVIII, sino también lanzarse a vivir increíbles aventuras que les llevarán más allá de las fronteras del tiempo. (Extracto de la solapa interior de la portada de mi ejemplar).

sábado, 16 de junio de 2012

Tinta a la Carta XXIX: Merienda en cuatro tiempos

~Aperitivo~
Hielo Quemado
(Matt Dickinson)
—¿Así que Lauren nunca llegó al avión?
—Por supuesto que no. Yo fui el único.
—Entonces quizá pueda ayudarme con algo que me tiene perplejo. Este tubo no contiene vida, señor Fitzgerald. Lo que en realidad contiene es combustible de avión.
Fitzgerald se quedó estupefacto y se apoyó en el borde de la mesa al mismo tiempo que el color abandonaba su rostro.
—Verifiqué el inventario de la base Capricornio —continuó De Pierman —y no había combustible de avión allí. El único lugar donde Lauren Burgess pudo haberlo obtenido fue el sitio del accidente. Lo cual prueba que ella estuvo en ese lugar, y que con el contenido del frasco quiso decirnos algo.

~Entrada~
La Emperatriz de los Etéreos
(Laura Gallego García)
—Das demasiadas explicaciones, Bipa. Tú y yo sabemos que no es ésa la razón por la cual quieres ir a buscar a Aer.
—La puedo resumir: Aer es estúpido porque nadie ha metido en su cabeza ni una pizca de sentido común. Yo lo he intentado, pero no puedo hacer milagros y además no es asunto mío. Sin embargo, como soy la única capaz de inculcarle un poco de sensatez, tendré que ir a buscarlo. Y porque si no voy yo, nadie más lo hará.
Maga sonrió.
—Dices lo que piensas, Bipa, pero no lo que sientes.

~Plato Fuerte~
Almacén de Antigüedades
(Charles Dickens)
“¡Pobre niña!”, pensó. “¡Sí!; una niña que ha tenido que luchar heroicamente contra todos los peligros, soportar la miseria y los sufrimientos, impulsada tan solo por su intenso afecto y por la conciencia del deber… Pero ¿qué me asombra? ¿Acaso no es corriente que las acciones más nobles y meritorias permanezcan ignoradas o caigan en el olvido?”
No seguiremos al maestro en sus reflexiones. Lo único que nos importa consignar es que convino en que Nell y su abuelo le acompañarían al lugar de su destino, y que allí procuraría encontrar una ocupación modesta que les proporcionara medios de subsistencia.
—¡Venceremos! —exclamó —La causa es demasiado buena para no triunfar.

~Postre~
Pétalos al Viento
(V. C. Andrews)
—No me ames, Chris. Olvídame. Haz como yo; abre a aquella que llame a tu puerta, y déjala entrar.
Sonrió irónicamente y me apartó.
—Hice exactamente lo mismo que tú, Catherine Doll; dejé entrar a la primera que llamó a mi puerta. Ahora ya no puedo echarla. Pero éste es mi problema, no el tuyo.
—Yo no merezco tus sentimientos. No soy un ángel, ni una santa, deberías saberlo.
—Ángel, santa, engendro del diablo, buena o mala, lo cierto es que te apoderaste de mí y que seré tuyo hasta el día de mi muerte. Y si tú mueres primero no tardaré en seguirte.

Con mis agradecimientos para Nea Poulain, por la idea para el ciclo de entradas "Tinta a la Carta".

miércoles, 13 de junio de 2012

Describiendo a... (XX)

Título: Jardín Sombrío (en el idioma original, Garden of the Shadows).

Autor: V. C. Andrews.

Sinopsis: [...] Me he visto obligada a dejar este recuerdo. Si otros no se hubieran decidido a contar mi historia en beneficio propio, los secretos de los Foxworth habrían quedado enterrados en la tumba conmigo. La crueldad se presenta bajo muchas formas, y la ignorancia es una de ellas. A causa de mi ignorancia he sido juzgada. [...] (Extracto del prólogo).

sábado, 9 de junio de 2012

Tinta a la Carta XXVIII: Comida en cinco tiempos

~Aperitivo~
Memorias de Idhún I. La Resistencia
(Laura Gallego García)
—¿Me estás diciendo que tu cantante favorito es Kirtash? ¿Te has vuelto loca?
—¡Yo no sabía que era él! —se defendió ella —¡Ya te he dicho que no le he visto nunca! No sale en las revistas de música ni concede entrevistas, solo se le puede ver en los conciertos.
—¡No lo puedo creer! —estalló Jack —¡Con razón no me gustaba su música!
Alexander se inclinó hacia ellos y les dijo, mirando al escenario.
—Explíquenme qué está haciendo exactamente.
—Lo que está haciendo no tiene ni pies ni cabeza —pudo decir Jack, todavía enfadado —Es un cantante de pop–rock, ¿entiendes? Simplemente canta, y la gente viene a oírlo cantar. Y, como ves, tiene mucho éxito. No puedo creerlo —repitió, irritado, sacudiendo la cabeza.

~Entrada~
Negro
(Ted Dekker)
—Voy a quedarme. Puedo pelear con este tipo. He aprendido…
—¡No, Thomas! Tienes que salir. ¡Tienes que decirle a mi padre antes de que sea demasiado tarde! Vete.
Ella le dio un último beso, esta vez en los labios.
—¡El mundo te necesita, Thomas! Ellos son impotentes sin ti. ¡Huye!
Tom la miró, sabiendo que ella tenía razón, pero no podía dejarla así no más.
—¡Huye! —gritó ella.
—Monique, no puedo dejar…
—¡Corre! ¡Huye, huye, huye!
Tom corrió.

~Plato Fuerte~
El Señor de los Anillos. (III. El Retorno del Rey)
(J.R.R. Tolkien)
—¡Mi amo! —gritó Sam, y cayó de rodillas. En medio de todo aquel mundo en ruinas, por el momento sólo sentía júbilo, un gran júbilo. El fardo ya no existía. El amo se había salvado y era otra vez Frodo, el Frodo de siempre, y estaba libre. De pronto Sam reparó en la mano mutilada y sangrante.
—¡Oh, esa mano de usted! —exclamó —Y no tengo nada con que aliviarla o vendarla. Con gusto le habría cedido a cambio una de las mías. Pero ahora se ha ido, se ha ido para siempre.
—Sí —dijo Frodo —Pero ¿recuerdas las palabras de Gandalf? Hasta Gollum puede tener aún algo que hacer. Si no hubiera sido por él, Sam, yo no habría podido destruir el Anillo. Y el amargo viaje habría sido en vano, justo al fin. ¡Entonces, perdonémoslo! Pues la Misión ha sido cumplida, y todo ha terminado. Me hace feliz que estés aquí conmigo. Aquí al final de todas las cosas, Sam.

~Entremés~
Ivanhoe
(Walter Scott)
—¡Convertidos mis cerdos en normandos! Explícame ese enigma, porque no tengo bastante sutil el entendimiento ni tranquila la cabeza para adivinar misterios.
—¿Qué nombre le das a estos animales que gruñen y andan a cuatro pies?
—¡El de cerdos, loco, el de cerdos! Y no hay loco que no diga otro tanto.
—Cerdo es la palabra sajona; mas cuando el cerdo está degollado, chamuscado, hecho cuartos y colgado de un gancho como un traidor, ¿cómo le llamas en sajón?
—Tocino.
—¡Estoy encantado! Y no hay loco que no diga lo mismo, como tú indicaste hablando de la palabra cerdo. Pero como los normandos denominan tocino a estos animalitos, muertos o vivos, y los sajones sólo los llaman así cuando están muertos, se vuelven normandos en el momento en que se dan prisa a degollarlos para servir en los palacios en los festines de los nobles. ¿Qué piensas de esto, amigo Gurth?

~Postre~
Harry Potter y el Prisionero de Azkaban
(J.K. Rowling)
—Ya vamos, Molly —dijo el señor Weasley. Pero se volvió a Harry y siguió hablando, más bajo y más aprisa —Escucha, quiero que me des tu palabra…
—¿De que seré un buen chico y me quedaré en el castillo? —preguntó Harry con tristeza.
—No exactamente —respondió el señor Weasley, más serio que nunca —Harry, prométeme que no irás en busca de Black.
Harry lo miró fijamente.
—¿Qué?
Se oyó un potente silbido y pasaron unos guardias cerrando todas las puertas del tren.
—Prométeme, Harry —dijo el señor Weasley hablando aún más aprisa —que ocurra lo que ocurra…
—¿Por qué iba a ir yo detrás de alguien que sé que quiere matarme? —preguntó Harry, sin comprender.

Con mis agradecimientos para Nea Poulain, por la idea para el ciclo de entradas "Tinta a la Carta".

miércoles, 6 de junio de 2012

Describiendo a... (XIX)

Título: Semillas del Ayer (en el idioma original, Seeds of Yesterday).

Autor: V. C. Andrews.

Sinopsis: [...] Chris me rodeaba con su brazo, estrechándome contra su costado, y eso me hizo reunir las fuerzas suficientes para contemplar la casa bajo una nueva luz. Era hermosa. Por el bien de Bart, nos quedaríamos hasta que cumpliera los veinticinco años y, pasado ese día, Chris y yo partiríamos, acompañados por Cindy, hacia Hawai, donde siempre habíamos querido pasar nuestra vida, cerca del mar y las blancas playas. [...] (Extracto del primer capítulo).

sábado, 2 de junio de 2012

Tinta a la Carta XXVII: Almuerzo en cuatro tiempos

~Aperitivo~
El vuelo del Hornet
(Ken Follett)
A unos seis metros del suelo, Karen pidió.
—Tira de la palanca del estrangulador, por favor —Harald la obedeció. Se oyó un golpe cuando las ruedas golpearon tierra.
Mientras el avión se detenía por completo, un joven en una bicicleta los miraba boquiabierto desde un sendero a pocos metros de distancia.
—¡Hola, amigo! —lo saludó Harald en inglés —Dime, ¿en dónde estamos?
El joven lo miró como si Harald viniera del espacio exterior.
—Bueno —dijo al fin —pues no están en el maldito aeropuerto.

~Entrada~
La maldición del Maestro (Crónicas de la Torre II)
(Laura Gallego García)
—No he sido yo —dijo Morderek rápidamente.
Conrado ahogó una risita, y Jonás y Salamandra sonrieron ampliamente.
—¿Estás seguro? —Dana miró a Morderek fijamente, y el chico se puso pálido y tartamudeó.
—So… solo era una broma. No… no creerás que he hecho algo malo, ¿verdad?
Dana volvió a sonreír.
—No —dijo al fin —No, que yo sepa, y generalmente sé bastante de las cosas que pasan por aquí —clavó una mirada reprobatoria en la eterna túnica azul de Jonás, y el chico enrojeció —¿Qué hay del examen?
—No estoy preparado aún —dijo Jonás rápidamente, pero Dana movió la cabeza.
—Ya hablaremos —le advirtió, y Jonás tragó saliva.

~Plato Fuerte~
La Biblioteca de los Muertos
(Glenn Cooper)
Josephus corrió desde la oscuridad hacia la puerta de la abadía, con el pecho agitado por el esfuerzo. Abrió la puerta y esta chirrió sobre sus goznes.
El chico no estaba allí.
Corrió abajo gritando su nombre de manera frenética.
Vio una pequeña silueta junto a la carretera.
Octavus no había ido muy lejos. Estaba sentado tranquilamente al desabrigo de la noche, temblando al borde de un prado. Josephus lo cogió en brazos con ternura y le llevó de nuevo hacia la puerta.
—Puedes quedarte, chico —le dijo —Dios quiere que te quedes.

~Postre~
Esmeralda
(Kerstin Gier)
A Gideon le rodaban las lágrimas por la cara mientras seguía apretando con todas sus fuerzas las manos contra la herida.
—Quédate conmigo, Gwenny, quédate conmigo —susurró, y de pronto ya no vi nada, pero en cambio sentí el suelo duro bajo mi espalda, el sordo dolor en mi vientre y todo el peso de mi cuerpo. Aspiré aire roncamente, y supe que ya no tendría fuerzas para aspirar de nuevo.
Quise abrir los ojos para mirar por última vez a Gideon, pero no lo logré.
—Te quiero, Gwendolyn; por favor, no me dejes —dijo Gideon, y eso fue lo último que oí antes de que un gran vacío me tragara.

Con mis agradecimientos para Nea Poulain, por la idea para el ciclo de entradas "Tinta a la Carta".