sábado, 1 de junio de 2013

Tinta a la Carta XLI: Desayuno en tres tiempos

~Entrada~
La princesa del Nilo
(Pauline Gedge)
—Campesino, tienes mi pato junto a los pies y mi bastón de caza en la mano. Solo los nobles pueden tocarlo. ¡Suéltalo!
Lentamente, los dedos entumecidos de Senmut se abrieron. El noble se inclinó y se lo quitó.
—Y mi pato —prosiguió la muchacha —¿qué ibas a hacer con él? —su voz ahora era suave, como un ronroneo —¿Pensabas huir con mi pato? ¿Acaso debo permitirle que hable, Hapuseneb?
—Como usted guste, Princesa —repuso el joven, en tono grave —Pero ya que me pregunta, ¿no le parece extraño que un campesino porte un brazalete de arquitecto y lleve la cabeza afeitada, como sacerdote?
Hubo un largo silencio. Entonces, Hatshepsut le ordenó con toda tranquilidad.
—Levántate, sacerdote. ¿Acaso eres tú, o no? ¡Claro que sí! No conozco a ningún otro sacerdote loco que pueda disfrazarse de arquitecto y campesino al mismo tiempo.

~Plato Fuerte~
Aguas Peligrosas
(Bernard Cornwell)
—Nick, tienes un rostro franco, eres honesto y no puedes dejar de ayudar a la gente. No te queda el papel de malvado.
Miré atentamente a la bella y pecosa Ellen, con sus afilados pómulos, astutos ojos verdes y centellantes cabellos. Y de pronto me pregunté si McIllvanney habría hablado con ella de nuevo.
—¿McIllvanney te…? —comencé a formular la pregunta.
—Sí, por supuesto —me interrumpió Ellen —Elevó la cifra a mil dólares, pero le respondí que tan pronto termine el encargo de los gemelos Crowninshield zarparé en dirección de los Mares del Sur… —chocó su copa con la mía —contigo.

~Postre~
Un escape a la esperanza
(Elizabeth Webster)
—¿Tienes alguna idea de a dónde pudo ir? —preguntó Bill.
Dessie trató de hacer memoria. Johnnie estaba en graves problemas y trataría de no implicar a nadie más. Por eso fue que no acudió a ella ni a Maggie ni al hombre–que–pinta. El hombre–que–pinta… El consejo de un hombre sería el que más le hubiera hecho falta en esos momentos. Aún podía escuchar su propia voz hablando con lentitud, para los oídos de Johnnie: “Cuando seas mayor podrás ir a buscarlo”.
—¡El petróleo del Mar del Norte! —exclamó de pronto.
Los otros la miraron sorprendidos.
—Su papá… Ese tonto muchacho fue a buscar a su papá, y no tiene ni la menor idea de dónde encontrarlo.

Con miis agradecimientos para Nea Poulain, por la idea para el ciclo de entradas "Tinta a la Carta".

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