sábado, 17 de mayo de 2014

Tinta a la Carta LVIII: Comida en cinco tiempos

~Aperitivo~
Los Reyes Malditos II. La Reina Estrangulada
(Maurice Druon)
—¿No es una lástima —siguió Roberto —que un cuerpo tan hermoso, tan dulce y tan seductor se vea privado de los goces naturales? Aceptad, Margarita, y os llevaré conmigo lejos de esta prisión hoy mismo; os llevaré primero a una confortable hostería de convento, a donde podré ir a veros a menudo y velar por vos… A fin de cuentas, ¿qué os importa declarar que vuestra hija no es de Luis, puesto que nunca habéis amado a esa hija?
Ella alzó los ojos.
—El que yo no quiera a mi hija, ¿no prueba precisamente que es de mi marido?

~Entrada~
Incarceron
(Catherine Fisher)
—Tendría que haberme imaginado que el viejo bribón iba a hacer algo así. Aunque un trozo de cristal no parece gran cosa para todas las molestias que te has tomado. ¿Qué es?
Entonces Finn supo, en un segundo de amarga claridad, que estaba en lo cierto, que tenía que haber nacido en el Exterior; lo supo porque lo que tenía firmemente sujeto en la mano era un objeto que ningún habitante de Incarceron desde había generaciones había visto jamás, algo cuyo propósito ni siquiera podían adivinar, y al mismo tiempo, le resultaba familiar, tenía un nombre para denominarlo, sabía lo que era.
Era una llave.
La oscuridad y el dolor crecieron y lo engulleron.

~Plato Fuerte~
Danza de Dragones (Canción de Hielo y Fuego V)
(George R. R. Martin)
—Las noches son muy largas —dijo a Missandei—y el trabajo no termina nunca, ni en los Siete Reinos ni aquí. Pero ya has hecho bastante por ahora: ve a descansar.
«Y quieran los dioses que no sueñes con dragones.»
Cuando la niña se hubo marchado, el anciano caballero retiró la colcha […]. Había perdido tanta carne que se le veía el cráneo, y sus ojos eran charcos de pus.
«[…] No todos los hombres están destinados a la danza de dragones.»

~Entremés~
Cazadores de Sombras 4. Ciudad de Ángeles Caídos
(Cassandra Clare)
—¿Sabían que van a juego?
Ambos se miraron, primero a ellos mismos y a continuación el uno al otro. Los dos iban vestidos con pantalón de mezclilla y camiseta negra de manga larga. Jace jaló de su camiseta con cierto sentido del ridículo.
—Se la he pedido prestada a Kyle. La otra estaba un poco asquerosa.
—¿Ahora se intercambian hasta la ropa? Eso es lo que hacen los mejores amigos.
—¿Te sientes marginado? —dijo Kyle —Si quieres te presto también una camiseta negra.
Simon no declaró lo evidente, que era que nada que le fuera bien de talla a Kyle o a Jace podía encajar en su flacucho cuerpo.

~Postre~
Jane Eyre
(Charlotte Brontë)
—Bien, Jane, ¿me conoce? —preguntó la voz conocida.
—Quítese la capa, señor, y entonces…
—Se han enredado las cintas, ayúdeme.
—Rómpalas, señor.
—Ya está. ¡Fuera, avíos! —y el señor Rochester se quitó el disfraz.
—Señor, ¡qué extraña idea!
—Pero bien realizada, ¿eh? ¿No le parece?
—Con las damas le habrá ido bien.
—¿Pero no con usted?
—Conmigo no hacía el papel de gitana.
—¿Qué papel hacía? ¿El mío?
—No, uno inexplicable. En una palabra, creo que ha intentado sonsacarme, o engañarme. Ha dicho tonterías para que yo las dijera. No es justo, señor.

Con mis agradecimientos para Nea Poulain, por la idea para el ciclo de entradas "Tinta a la Carta".

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