sábado, 22 de agosto de 2015

Tinta a la Carta LXXIX: Merienda en cuatro tiempos

~Aperitivo~
El Proscrito
(Louise Cooper)
—Tú luchaste antes contra el Caos. Incluso el Sumo Iniciado lo reconoció. Sus documentos dicen que desterraste a Yandros…
—Sin embargo, Yandros no acepta fácilmente la derrota —Tarod sonrió débilmente —Como sabes muy bien, a costa mía.
Cyllan se inclinó hacia adelante y le rodeó con sus brazos, y apretó su cuerpo contra el de él.
—Yandros no me preocupa —dijo resueltamente —Es una sombra, y yo no temo a las sombras. Lo único que me importa es que has perdido una parte de ti mismo y quieres recobrarla. Esto es lo que cuenta.
Tarod la miró y alargó una mano para acariciar sus pálidos cabellos.
—¿No temes al ser que podría resultar de ello?
—No —le besó con fuerza —No lo temo.

~Entrada~
Sueños de Dioses y Monstruos
(Laini Taylor)
Eliza levantó los ojos del teléfono, profundamente inquieta. ¿Por qué? ¿Qué querían que viera en la televisión? Ni siquiera tenía una. Gabriel la estaba observando atentamente, y sus miradas se encontraron en el instante en que escucharon el primer grito. Eliza se llevó tal susto que se levantó de la silla de un salto. Desde algún lugar de la calle llegó un grito prolongado, ininteligible. ¿O fue dentro del edificio? Sonó con fuerza. Era dentro. Un momento. Aquello era otra persona. ¿Qué demonios estaba ocurriendo? La gente estaba gritando de… ¿miedo?, ¿alegría?, ¿terror? Y entonces el teléfono de Gabriel empezó a vibrar también, y el de Eliza recibió una repentina serie de mensajes: bzzz bzzz bzzz bzzz bzzz. De amigos esta vez, incluido Taj, desde Londres, y Catherine, que estaba haciendo trabajo de campo en Sudáfrica. Las palabras variaban, pero todos eran una versión de la misma inquietante orden: “Enciende la televisión”.
“¿Lo estás viendo”?
“Despierta. Televisión. Ahora”.

~Plato Fuerte~
El gran Gatsby
(Francis Scott Fitzgerald)
—¿Quiere acompañarme, camarada? Iremos por el Sound, cerca de la playa.
—¿A qué hora?
—A la que mejor le convenga.
En la punta de la lengua tenía preguntarle su nombre cuando Jordan me miró y sonrió.
—¡Qué…! ¿Te diviertes ahora?
—Infinitamente más —de nuevo me volví a mi vecino —Para mí esta es una fiesta algo rara; ni siquiera he visto al anfitrión. Vivo allí —con la mano hice un gesto en dirección al invisible cerco —y Gatsby me envió el chofer con una invitación.
Mi interlocutor me contempló como si no acabara de entenderme.
—Soy Gatsby —exclamó de repente.

~Postre~
Cuentos selectos
(Mark Twain)
—Aquí estoy, como había prometido. Creí sus afirmaciones, cedí a sus importunidades, y dije que fijaría una fecha. Será el primero de abril, a las ocho de la mañana. Y ahora, ¡márchese!
—Oh, querida mía, si la gratitud de toda una vida…
—Ni una palabra más. Evíteme su presencia y cualquier tipo de contacto antes de ese momento. No…, no suplique. Así es como ha de ser.
Cuando se hubo marchado, Rosannah se dejó caer exhausta en una silla, pues el largo asedio de congojas que había tenido que sufrir la había dejado sin fuerzas. En ese momento dijo:
—¡De qué poco ha ido…! Si el momento fijado hubiese sido una hora antes… ¡Oh, qué horror, me he salvado por los pelos! ¡Y pensar que había llegado a creer que amaba a este monstruo traicionero; fraudulento y mentiroso! ¡Oh, se va a arrepentir de su infamia!

Con mis agradecimientos para Nea Poulain, por la idea para el ciclo de entradas "Tinta a la Carta".

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