sábado, 15 de agosto de 2015

Tinta a la Carta LXXVIII: Comida en cinco tiempos

~Aperitivo~
Los Reyes Malditos VI. La Flor de Lis y el León
(Maurice Druon)
Pero Orleton no había empleado todas sus armas. Si se admitía, pues, que se trataba no solo de la regencia, sino también, posiblemente, de la corona; si incluso se admitía, para no volver sobre una ley ya aplicada, que las mujeres no podían reinar en Francia, entonces hacía su reclamación no en nombre de la reina Isabel, sino en el de su hijo, el rey Eduardo III, único descendiente varón por línea directa.
—Si una mujer no puede reinar, con mayor razón no puede transmitir la corona —dijo Felipe de Valois.
—¿Por qué no, mi señor? ¿No nacen de mujer los reyes de Francia?

~Entrada~
La cura mortal
(James Dashner)
Jorge cerró los ojos con fuerza, parpadeó varias veces y luego empezó a hablar.
—No sé cómo lo hicieron, pero tomaron el complejo, se deshicieron de los guardias, robaron un Berg y salieron volando con otro piloto. Yo me comporté como un idiota e intenté hacerlos esperar hasta averiguar qué estaba sucediendo. Y ahora mi cabeza está pagando las consecuencias.
—¿Quiénes? —preguntó Brenda —¿De quiénes estás hablando? ¿Quiénes se fueron?
Por alguna razón, Jorge alzó la vista hacia Thomas al responder.
—Esa chica, Teresa. Ella y el resto de los reclutados. Bueno, todos excepto ustedes, hermanitos.

~Plato Fuerte~
Marina
(Carlos Ruiz Zafón)
Me levanté y volví con Germán. Al acercarme, advertí que estaba dibujando en un pequeño cuaderno de apuntes. Recordé que hacía años que no cogía un lápiz ni un pincel. Germán alzó la vista y me sonrió.
—A ver qué opina usted del parecido, Óscar —dijo despreocupadamente, y me mostró el cuaderno.
Los trazos del lápiz habían conjurado el rostro de Marina con una perfección sobrecogedora.
—Es magnífico —murmuré.
—¿Le gusta? Lo celebro.
La silueta de Marina se recortaba en el otro extremo de la playa, inmóvil frente al mar. Germán la contempló primero a ella y luego a mí. Cortó la hoja y me la tendió.
—Es para usted, Óscar, para que no se olvide de mi Marina.

~Entremés~
Cazadores de Sombras. Los Orígenes 3. Princesa Mecánica
(Cassandra Clare)
Una brillante sonrisa iluminó el rostro del mayor de los Lightwood, y los sorprendió a ambos alzándose y besándola en la boca. Ella le tomó el rostro entre las manos mientras se besaban; él sabía levemente a hojas de té, y sus labios eran suaves, y el beso totalmente dulce. Sophie flotó en él, en el prisma de ese instante, sintiéndose segura del resto del mundo.
Hasta que la voz de Bridget, que llegaba lúgubre desde la cocina, irrumpió en su felicidad.
Se casaron un martes
y el viernes estaban muertos
y los enterraron juntos ante la iglesia
oh, mi amor,
y los enterraron juntos ante la iglesia.
Sophie se apartó de Gideon a regañadientes, se puso de pie y se sacudió el vestido.
—Por favor, perdóneme, mi querido señor Lightwood…, quiero decir, Gideon, pero debo ir a matar a la cocinera. Regresaré en seguida.

~Postre~
Perfume de hielo
(Yoko Ogawa)
—Hoy es el aniversario de la muerte de nuestro padre. Era el día en que debía llamarle yo a él. ¿Acaso ha elegido este día para que yo me enterara pronto? —dijo sin dirigirse particularmente ni a Reiko, ni a mí, ni al propio Hiroyuki.
Aparté la mano de la mejilla. Reiko se echó llorar desconsoladamente. Un aire frío entró de no se sabe dónde, porque no había ventana.
Puede que, en efecto, el hecho de haber elegido aquel día no fuera por lo del perfume prometido, sino por consideración hacia su hermano pequeño. Es posible que quisiera morirse el mismo día que su padre.
Me di cuenta de que estaba celosa de ese hermano desconocido. Este sentimiento tan inadecuado me desconcertó, me descolocó y me dejó abatida. Luego me produjo verdadero dolor y miedo por haber perdido a Hiroyuki.

Con mis agradecimientos para Nea Poulain, por la idea para el ciclo de entradas "Tinta a la Carta".

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