jueves, 19 de noviembre de 2015

Describiendo a... (e-LX)

Título: La peste (en el idioma original, La peste).

Autor: Albert Camus.

Sinopsis: [...] Narra las consecuencias del aislamiento de toda una ciudad, lo cual pone de manifiesto lo mejor y lo peor que cada uno de sus ciudadanos lleva dentro: sus miedos, traiciones, individualismo, pero también la solidaridad, la compasión, el espíritu de colaboración con el prójimo en tareas comunes… [...] (Extracto de la introducción).

Formato: Digital (epub).

¿Qué les puedo decir? Si no mal recuerdo, no lo mencioné en la pasada seudo-reseña de Tardes con Margueritte, pero el protagonista de dicho libro llega a leer la obra que compete a esta seudo-reseña. Me dio curiosidad por los pocos detalles que dieron de la obra, pero no pasó de allí. Sin embargo, recientemente en el foro La Noble y Ancestral Casa de los Black, en su Club de Lectura, se habló de leer a un ganador del premio Nobel por el anuncio reciente (en ese momento) de la ganadora del 2015, así que se pidieron propuestas. La ganadora, como pueden leer, fue la obra de Camus, con lo cual recordé la curiosidad que me causó, así que no me molestó leerla y salir un poco de mi "común denominador".

La ciudad de Orán, en apariencia, no tiene nada de extraordinario. Los habitantes se dedican a lo suyo y sus actividades no se salen de la media. Solo alguien como el doctor Bernard Rieux y unos cuantos más pueden prestar atención al primer detalle extraño que, tal vez, es el que anuncia un desastre: ratas que salen a morir a la calle. A partir de allí, ciertos acontecimientos alertan a la gente, hasta que se declara lo impensable: una alerta de peste. La ciudad debe ser cerrada y con ello, se empieza a vivir un imprevisto aislamiento.

No sé otras personas, pero en lo personal debo admitir que este libro me ha recordado cuando acá en mi país tuvimos un montón de medidas extremas al anunciarse la influenza AH1N1, en 2009, justo cuando estaba en el último semestre de la universidad (sí, Bell es algo vieja, no se burlen demasiado). En esa época, me acuerdo que a finales de abril se cerró la Feria Nacional de San Marcos casi a las dos semanas de haber iniciado, se declaró que habría una semana más de vacaciones escolares (a diferencia del resto de México, acá se nos dan las dos últimas semanas de abril, sin importar cuándo cae Semana Santa), la gente andaba paranoica con el gel antibacterial y el no estornudar al aire... En fin, creo que no soy la única mexicana que recuerda algún suceso relacionado con eso. ¿Todo eso a qué viene? A que La peste me hizo imaginarme el panorama que habríamos tenido si lo de la influenza hubiera sido igual o más grave, y no solo en una ciudad sino en prácticamente todo el país. Con esas enfermedades raras, la gente se imagina lo peor.

El libro en sí no es extenso, pero aún así nos enteramos de varios pormenores: las señales de que está por iniciar la epidemia, las acciones que se toman para contenerla (o por lo menos, intentarlo), las reacciones de diversos sectores de la sociedad de Orán, las etapas que se dan en la conciencia colectiva de los residentes de una ciudad que, obligada a cerrarse al mundo, se siente apartada, olvidada, por lo cual hay personas que toman diversas medidas para sobrellevar ese periodo. No es una situación en la que una quiera verse.

Por otro lado, hay personajes para todos los gustos: agradables, simplones, que nos calan en el ánimo y unos cuantos que, sintiéndolo en el alma, quería que la peste los pescara y los matara. Yo sé lo que les digo. No creo que se haya alguien que se quede indiferente ante un doctor que hace lo que puede por los apestados, o ante un sacerdote que intenta alentar a sus feligreses, e incluso ante un periodista que, por el cierre de la ciudad, se queda varado en ella y alejado así de su patria y su amor.

En conclusión, me quité la espinita de leer La peste, no ha resultado tan aburrido como cabría esperar de un autor ganador de un Nobel (idea errada que Bell sacó de no-sé-dónde) y quizá, algún día, le dé otra oportunidad a Camus. ¿Por qué no?

Cuídense mucho y nos leemos a la próxima.

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