sábado, 3 de diciembre de 2016

Tinta a la Carta XCI: Desayuno en tres tiempos

~Entrada~
Shrek
(William Steig)
Siguió andando a grandes zancadas y sus gruesos labios se abrieron en una sonrisa. Ante él se hallaba la princesa más maravillosamente fea de todo el planeta.
—Pastel de manzana —suspiró Shrek.
—Cara de rana —suspiró la princesa.
Shrek dijo:
Tus callosas verrugas, tus sonrosados granos,
como viscosas ciénagas y pestilentes pantanos, me estremecen.
La princesa dijo:
Tu nariz de patata, tu puntiaguda cabeza
y tus horribles ojos que miran con fiereza, me enternecen.

~Plato Fuerte~
Todas las hadas del reino
(Laura Gallego García)
—¿Tonterías? —repitió Camelia, temblando de ira—. ¿Cómo te atreves a…?
—Son tonterías —cortó Dalia con tono glacial—. Nimiedades. Menudencias. —Se encogió de hombros—. ¿Por qué seguimos discutiendo por algo que sucedió hace más de cien años? ¿Y qué nos importa a nosotras quién se casa con quién?
—Somos hadas madrinas, Dalia —le recordó Lila; y Camelia se sintió orgullosa de la dignidad y la calma con que su amiga pronunció aquellas palabras—. Y ese es nuestro trabajo.
—¡Trabajo! —repitió Dalia con desdén—. ¿Y en qué consiste este trabajo? ¡En vivir esclavizadas, atendiendo los caprichos de los mortales para toda la eternidad! ¿Y todo por qué? ¡Por una ocurrencia que tuvo nuestra reina hace trescientos años, por culpa de Ya–Sabéis–Quién! ¿Vosotras creéis que se acuerda de nosotras, de que seguimos aquí, cumpliendo su mandato? No, ni hablar; en la tierra de las hadas, a nadie le importa ya si las madrinas realizamos o no la tarea que nos encargó.

~Postre~
Ever After High. El cuento de Ashlynn Ella
(Shannon Hale)
Ashlynn se estremeció.
Sentía admiración por esos héroes silenciosos y humildes que servían por el placer de ayudar, no por el reconocimiento. El corazón se le aceleró al pensar en un chico así… y no pudo evitar volverse para mirar.
Pero el misterioso chico del bosque desapareció.
Ashlynn suspiró. Probablemente era lo mejor. Ella era una princesa, nacida para heredar un final feliz. Su destino era casarse con un príncipe apuesto, experto en planificar bailes, aunque aún no sabía cuál. La verdad es que le daba igual… todos los príncipes que había conocido hasta el momento se le antojaban bastante parecidos: todos se engominaban el pelo, se blanqueaban los dientes y esperaban que las chicas se desmayaran al ver sus sonrisas. Y, desde luego, no pasaban sus ratos libres pululando en la espesura del bosque colgando pajareras.
Le estaba absolutamente prohibido soñar despierta con chicos que no fueran príncipes, así que no había motivo para molestarse siquiera en conocer al simpático muchacho que construía casas para pájaros sin nido.

Con mis agradecimientos para Nea Poulain, por la idea para el ciclo de entradas "Tinta a la Carta".

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